3 de mayo de 2015

Faruk, el peyk del sultán

24 de abril de 2015. Conseguimos rascarle veinte minutos al horario del desayuno, prefiero salir lo antes posible, y las 08h00 se me hacía muy tarde, así que a las 07h40 ya estábamos por el comedor con cara de pedigüeños. Salió bien y veinte minutos que ganamos, a desayunar fuerte.

Nos alojamos en Edirne, ciudad de unos 150000 habitantes, la capital del oeste de Turquía, casi en el triple punto, la frontera con Grecia y Bulgaria, zona eminentemente agrícola, llana y apacible. En cuanto desayunamos, cargamos el coche de alquiler y pusimos rumbo a Uzunköprü, en busca del puente largo que ya había visto en algunas fotos. Como es fácil imaginar, dimos alguna vuelta para encontrarlo y en alguna de ellas ya pudimos ver los primeros cuarteles del ejército en la zona, dado que estamos muy cerca de la frontera griega. Casi nos comemos el puente, me lo imaginaba algo más en el campo y no, es justo a las afueras del pueblo, allí estaba.


Sin mucho prolegómeno, hago los últimos preparativos, un último intercambio de información con David, que me seguiría como asistencia para agua y me haría fotos, y sin perder un segundo me puse en marcha. Me motivaba cruzar un puente con tanto porte, pero se hacía raro, no sé porqué tanto puente, más de un kilómetro, elaborado en piedra, muy plano, no es un cañón, sin salvar apenas agua, entiendo que la zona estaría empantanada o algo parecido, si no no se entiende. Algo así iba pensando mientras intentaba que no me atropellaran, porque aunque sea un monumento protegido por la Unesco, el puente se sigue utilizando para el tráfico rodado y la acera tendrá unos 25 centímetros... si los tiene. Con lo que el principio fue bastante estresante, intentando controlar a los coches de delante y detrás, subirme a la acera cuando nos cruzábamos los tres, con cuidado de no caer al campo o agua (el pretil era muy bajo), en fin, no fue el comienzo deseado. Al cruzar al otro lado la cosa cambió, pues cogería una carretera local con apenas tráfico y me pude relajar y empezar disfrutar. Cortas subidas, algún tractor, sin demasiadas molestias tras el importantísimo esfuerzo menos de una semana antes de la Iznik Ultra, recuerdo, 138 km y +2800 m, dieciocho horas. Una larga recta, un suave subebaja, y rodeo el primer pueblo, Eskiköy, es una zona realmente rural, como los pueblos de la España profunda hace 50 años. A lo lejos diviso un par de puentes.


En unos minutos estoy sobre ellos, salvan una zona empantanada, poco después el GPS me marca un brusco giro a la derecha, y veo los primeros carteles que indican que es una zona militar. No pretendo ir más allá -al oeste- sino en paralelo a esta zona militar; poco después me adelanta un Volkswagen Passat negro, el conductor se gira y me mira. Unos cientos de metros más adelante veo lo que empezaba a temerme, una barrera, custodiada. Una barrera militar. Este puede ser un buen problema. Me detengo unos metros antes y ando, veo de reojo que los soldados se han acercado el fusil a la mano. Me dirijo a ellos en inglés mientras me pongo las gafas en la cabeza, sé que el contacto visual es mucho más cálido y humano, No me entienden, pero intento hacerme explicar medio con inglés medio con gestos. Llaman a un superior. A los minutos, que se me hacen largos, veo aparecer a dos militares más, no sé quién es el superior y hasta que no se acercan lo suficiente no me dirijo a uno de ellos, fallar podría entenderse como una falta de educación y no me interesaba. Le intento explicar la situación, estoy haciendo una ruta corriendo, querría pasar para continuarla y seguir mi camino. Aunque parecía que hablaba algo de inglés, no es así, acabamos traduciendo con su móvil y Google Translator. En estas que viene David con el coche, lo que no mejora la situación porque ninguno lo esperaba, yo tampoco. Le enseño un pequeño mapa que llevo, diciendo que voy a Edirne, junto al río, que sólo voy corriendo, que sabía que había una vía de tren y que es sólo cruzar ese tramo y ya sigo yo sin problema. No, no se puede pasar, es una zona prohibida. Es que no puedo ir por otro lado, simplemente quiero pasar ese tramo que entiendo que es el único que no puedo franquear. Nada. ¿Puedo coger el camino paralelo a la vía del tren cruzarla y volver a la pista un poco más allá? Siguen pasando los minutos, me voy haciendo a la idea de que no podré cruzar. Nos preguntan de dónde somos, en qué trabajamos, nos piden pasaportes, que abramos el maletero, que si el coche es de alquiler. Aparece el Passat, esta vez de vuelta, cruza la barrera, se para y se bajan las tres personas que había en él. Entiendo que es un coche de un político, posiblemente nada bajo, reloj de oro, saludos, y habla un buen inglés. Le explico la situación, pero tan amigablemente como los militares, me dice que no puedo seguir por esa pista, que es una zona militar, prohibida. Me sugieren dar la vuelta, seguir por carretera desde Uzunköprü, ¡si es de donde vengo! No hay flexibilidad. Me añade que toda la ruta junto al río está prohibida, que es todo zona militar por ser frontera. Y que además, hay 200 metros de agua poco más adelante, y (me parece entender) 64 puntos con cortes porque el río se ha "roto". La verdad, lo del río me parece una milonga, un "no lo intentes más adelante que te vemos las intenciones".


El trato fue más que correcto, amigable, muy buenas maneras y perdiendo el tiempo en hacernos entender, cosa que agradezco, pero la decepción y el futuro inmediato incierto creo que lo llevaba en la cara. No sabía qué hacer. ¿Rehacer la ruta desde Uzunköprü, ir luego todo por carretera como me sugerían? Quería salvar la ruta a toda costa. Posiblemente lo mejor sería coger una diagonal hasta el río y allí coger de nuevo mi ruta original. ¿Y volver a Uzunköprü en coche o corriendo? Decidí que en coche, había perdido ya mucho tiempo y no iría sobrado de fuerzas más adelante. Cuando ya lo había decidido, apareció un camión militar de buenas dimensiones que gentilmente nos escoltó a la salida, así que no, no había opción, en coche y rapidito fuera de allí, no debíamos estar, y es lo lógico. Turquía y Grecia no son los mejores vecinos, especialmente por el largo conflicto chipriota, y de ahí la buena presencia militar de la zona. Creo que, excepto ese puente ferroviario, no hay ninguno más en bastantes kilómetros a la redonda, pero vamos, un río tampoco es que sea precisamente una barrera natural infranqueable, con lo que necesita vigilancia, y si tu vecino no es con el que mejores relaciones tienes, blanco y en botella.

David me dijo que llevaba unos ocho kilómetros, yo estaba confundido, y en ese corto tramo en coche de vuelta a la salida tenía grandes dudas de cómo iba a ir todo esto, tampoco me apetecía hacerlo todo por asfalto, la verdad, entiendo que hay que adaptarse y sin otra opción, quizá sería mejor eso que nada. No cruzamos el largo puente, me quedé al otro lado, ya lo había hecho y tiene su riesgo, no me apetecía jugar a la ruleta turca dos veces. Nos dimos unas breves instrucciones de cómo lo íbamos a hacer, me bajé del coche, de refilón vi en el GPS 1h55' (¿era verdad?, ¡madre mía qué desastre!), no lo había visto en la pasada inicial pero en esa esquina había otro cuartel que nos animaron a no detenernos, y salí, esta vez por otra carretera, la D550. El ánimo no era el mejor. Pero iba con el cerebro apagado, a seguir, a ver qué pasaba, a no pensar en lo sucedido, en las energías gastadas, en la ruta original.

Poco después, en una subida, me salí de la carretera porque pasaba por debajo de un pueblo, digamos, y salí por una carretera a la izquierda, a lo lejos veía la principal, la D550 que en este punto abandonaba. Casi de milagro David me vio, y le dije que seguía por la que acababa de coger, una local y que me llevaría en diagonal de nuevo al río. Pasé por algún pueblo, la verdad, rozando lo miserable, muy muy rurales, Değirmenci primero, luego Hamitli, pueblos donde lo más grande era la mezquita, las casas eran realmente muy poca cosa, y algunas gallinas correteaban a mi paso. Señoras con floridos trajes estaban sentadas en sus huertas, tractores con varias décadas de trabajo encima aparcados o que venían de la faena. Me fui relajando, iba ya notando los kilómetros, sin duda, y me quedaba todo.


El siguiente pueblo, Çasmakköy, tenía obras cerca, me parece que una presa, aunque podía ser una carretera. Siğircili, sin novedad en el frente, pero en Saçlimusellim volví a ver carteles de zona prohibida, antenas extraordinariamente altas -no eran de telefonía móvil precisamente., se veía garitas a lo lejos. Pintaba mal. Poco antes de Elçili me paro a consultar el mapa, y en vez de, al poco de entrar, seguir por la carretera, arriesgo, cruzo el pueblo y voy en busca del track original. Hay camiones que van y vienen, me subo a la ladera, al menos voy por campo... y llego a un puente antiguo anegado. Imposible. Aquí hay mucha agua. Justo llega David. Otra vez a la carretera, intento fallido. Vacas en la carretera -y sin ánimo los dueños de quitarlas- y un rato más adelante encuentro una pista, la cojo, va casi paralela a la carretera y con un "mar" a mi izquierda. Tras ver muchísima agua, estoy ya convencido de que no me habían engañado, aquí se ha desbordado el río, ¡pero mucho!, voy a veces paralelo al track original... pero este sitúa un par de kilómetros aguas adentro, increíble. Me apetece ir por campo, me relaja, cojo un camino paralelo a la carretera, me alejo poco a poco de David, pero aún en la distancia nos vemos, hasta poco antes de la siguiente localidad, Karakasim, donde hago algún intento de coger camino, pero pronto encuentro que no van a llevar a ninguna parte. En este tramo veo una pequeña culebra.


En una fuente pregunto, con la enorme dificultad del idioma, pero también de que en mi mapa apenas se leen los nombres de las localidades. Con más intuición que certeza tiro por donde creo porque no me he hecho entender, me he mojado la cabeza en el grifo pero no he cogido agua, ya esperaré a ver a David, que supongo en un momento lo haré. Sigo comiendo razonablemente bien, cansado, cada vez más, pero aún no muerto. Diviso un pueblo en la lejanía, me doy cuenta de que casi no llevo agua y David no aparece. En muy poco tiempo decido desviarme a este nuevo pueblo -Üyuklütatar- por una pista. Ahora debo encontrar agua porque voy en la reserva. Veo con el rabillo del ojo una manguera... media vuelta, en efecto, sale agua, bebo casi un litro de agua, unos chavales están un poco sorprendidos de mi presencia, y relleno. Me voy pero me dice un lugareño que no siga, que su su. Casi lo único que sé en turco es que su es agua. ¿Habría más inundaciones? Pues sí, unos cientos de metros más adelante lo pude comprobar por mí mismo, así que hice casi una vuelta de 180º para coger una carretera. A la salida del pueblo veo un cartel que pone Edirne 9. Ni de coña, no sé a cuánto estoy pero sé que ni de coña, quizá la entrada de la ciudad, pero de ahí al centro -donde medimos en España- quedarían otros tantos. Iba ya realmente fatigado, todos los coches me parecían nuestro Fiat Linea blanco de alquiler, no aparecía David, qué raro. Ritmo extremadamente lento, muy cansino, aún no echo a andar, veo Edirne en la lejanía, muchas casitas y un par de impresionantes mezquitas en el horizonte, aún demasiado lejos.


Estaba, ahora lo sé, en el peor momento, cercano a un buen nivel de extenuación, prácticamente no era capaz de correr, tan lento que cualquiera andando me hubiese arrancado las pegatinas, pero hacía el gesto de correr. Una larga recta de asfalto, ningún coche era David, lo doy por "perdido", en un rato mandaré un punto de Spot y si no está en meta, le llamo, aunque me duela el sablazo de llamar en el extranjero. Veo a lo lejos un minibus que se mete por un camino, ¿adónde va ese?, y es que esa pista va directa a Edirne, o más bien se intuye que lo hace, directa a la mayor mezquita, de hecho, aunque sea un riesgo y la ciudad esté aún a bastantes kilómetros, la orientación es buena. Me lo pienso muy poco y cojo esa pista, otra decisión basada en el instinto. Un minuto después la coge un Fiat Linea, casi por azar, y sólo por un minuto, me vio David, si llega a pasar muy poco tiempo después, no me hubiese visto. Aproveché para hacer un descanso, comer un poco de embutido que llevaba en la mochila, y descansar algo, también para quitarme las zapatillas y darles un poco de oxígeno a los pies. No reposté agua, con lo que al final, y sin buscarlo necesariamente, hice la ruta en autosuficiencia.


Me armé de valor, arranqué de nuevo bastante doblado, pero pronto calenté. Unos minutos después, de una casa (¿un pequeño cuartel quizá?), salió un perro a todo correr, con lo que cogí un camino opuesto y me puse a correr rápido... momento en el que David se queda algo atrapado en un pequeño paso, roza el parachoques y le patina. A la tercera lo conseguimos sacar, seguimos, otro momento más de improvisación de esta curiosa ruta. Algo más adelante David coge un camino que no me convence, pasan unos chicos en una motillo, les paro y me dicen cuál es el bueno, pista ancha, camiones, polvo, y unos minutos más tarde, asfalto. Poco después, en el mundanal ruido, la D100, la carretera que pisa el camino más directo entre Estambul y Edirne, la ruta que, a buen seguro, muchas veces harían los mensajeros del sultán.


No fui por el track, que iba, digamos, por la parte baja de la ciudad, junto al río. En ese momento, muy fatigado -¡pero sigo corriendo!- tiro recto, calle principal larguísima, acera, cabeza gacha, duro; voy deseando que los semáforos se me pongan en rojo para justificar una parada, y uno tras otro en verde, la madre que los parió. Voy entrando en la ciudad, muy lentamente, voy muy a ojo, ajustando el rumbo, callejeando ya bastante dentro, sigo impresionado por continuar corriendo, casi ni me lo explico, incluso alguna buena subidita, que se me hace un señor puerto. Los chavales salen del colegio, mujeres con bolsas de la compra, alguno me mira extrañado, pero la cultura y la sociedad turca está madura, pueden mirar algo sorprendidos, pero respetan, no veo ninguna sonrisita del cláscio un dos un dos que se dice por aquí para cachondearse del corredor, no entendería si me hubiesen dicho algo, pero dudo que nadie hiciera un comentario: me gusta. Callejeo, a ojo, trato de ir lo más directo posible, lo voy consiguiendo, todo intuición. Incluso con el cansancio me guío bien, y voy acercándome a la línea negra que marca mi Fénix 2.

Y la voy alcanzando, y diviso agua, y puentes, las referencias que conocía. Paro a dejarme a mano una pequeña oveja que llevo para que me dé energía, me acuerdo de quien me lo dio, me acuerdo por última vez de los peyk, cómo habrían llegado aquí, con qué fuerzas, con qué motivación, con qué deber, cruzo un puente, paso junto al estadio donde se celebra el deporte regional, lucha tipo grecorromana bien embadurnados de aceite, recuerdo verlo en Google Earth, el segundo puente, cortito, blanquito, un cortísimo tramo, veo un arco, el único que sobrevive de una previsible puerta, paso bajo él, zigzagueo entre ruinas, acabo junto a la única edificación del antiguo palacio de los sultanes que permanece en pie. Se acabó. Cansado. Un largo día, complicado, con muchos cambios, que se trastocó desde el principio, y que se pudo resolver de una manera bastante digna. Personalmente, lo veo motivo de orgullo, no es nada fácil hacer una ruta que te la cambian las circunstancias, que tienes que inventarte sobre la marcha sin mapa y que tiene algún que otro tropezón.


Mediada la ruta, y si mis suposiciones iniciales eran buenas, ese desvío sur pudo existir, no era tan directa la ruta Edirne-Estambul en un principio, y aunque pudiera parecer algo ilógico pues era más largo, por alguna razón quizá fuera por ahí, quizá alguna zona pantonosa, lo desconozco; pero algo hizo cambiar hacia la ruta directa, por Havsa directamente... y viendo tantísima agua, y tras leer que no ha sido algo puntual, si no que es algo periódico -como casi todas las inundaciones, por otra parte-, ¿y si fuera por inundaciones, como la que hizo modificar mi ruta, la clave para abandonar ese desvío sur por el camino más recto? Me parece una posibilidad sugerente que, por supuesto, no afirmo, pero que fue fruto de algunos pensamientos durante la ruta, esos duros mensajeros se tendrían que enfrentar a esa y mil dificultades para hacer llegar los mensajes de sus señores, nada más y nada menos que los grandes sultanes del imperio otomano. Al mismo tiempo que me parece sugerente, e intento que no lo influencie, si las inundaciones que yo también encontré hicieron que la ruta de los peyk se desviara al norte, sería una curiosa coincidencia que el mismo fenómeno me dificultase mi ruta.


Tras una jornada dura, mucho más tarde de lo esperado, cayendo la tarde, abandonamos Edirne, en mi caso con las piernas muy fatigadas, y con una curiosa historia que contar, historia basada en otros corredores que transitaron por aquí durante siglos cumpliendo su deber.
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