30 de agosto de 2016

Esparta, siglo V a.C.

Esparta fue fundada hacia principios del siglo VIII a.C. al unirse cuatro -cinco según alguna otra versión- aldeas con la particularidad de que fue siempre dirigida por una monarquía dual: dos reyes de dos familias reales gobernaban al mismo tiempo. Su posición, que le permite controlar algunos fértiles valles, la protección natural de la península del Peloponeso rodeada de montañas pero estando Esparta centrada y protegida de ataques, y que siempre contó con un formidable ejército hicieron que pronto controlase a voluntad toda Laconia y más adelante, casi la totalidad del Peloponeso.

«Hellas and Peloponneseus; showing (a,) The subdivisions of Hellas and Peloponneseus. (b,) The historical places and battle-fields.» de «An Historical Atlas Containing a Chronological Series of One Hundred and Four Maps, at Successive Periods, from the Dawn of History to the Present Day.» (Robert H. Labberton,1884) [Reisenett]

A los pueblos sometidos por Esparta en Laconia se les llamó ilotas y eran algo parecido a esclavos que proveían de alimentos a Esparta (al menos la mitad de la producción) y en el caso de Mesenia la mayoría de las tierras fue repartida a espartanos, lo que significó la creación de poderosos terratenientes. La vida espartana -o espartiatas, como se llamaban a sí mismos- fue durante un tiempo tranquila y ordenada, hasta una crisis provocada por una revuelta mesenia. Pasaron a ser un pueblo duro, agresivo, militar, violento y decidieron convertirse en el mejor ejército nunca conocido para mantener el statu quo.

En la Grecia Clásica eran frecuentes las guerras, especialmente entre vecinos, entre poleis griegas, pero Esparta no se había preocupado en exceso de otros Estados, hasta que Atenas emergió como una gran potencia. El punto de inflexión fue la batalla de Maratón, y aunque permanecieron en paz e incluso se aliaron para enfrentarse de nuevo a los persas en Termópilas, Salamina y Platea, dos potencias, tan cerca, tan poderosas no podían tener otro destino que no fuera el de guerrear entre ellas tarde o temprano. La paz de ambos bloques tras las guerras médicas sería efímera y las razones eran las de siempre: la victoria era una fuente de riquezas, conseguir el poder hegemónico helénico, los dioses estaban lo pedían y estaban de su lado (según quien lo cuenta, claro), la necesidad o el escarmiento, la imposición de una cosmovisión, etc.

Cartel promocional de la película «300» (Zack Snyder, 2007) [Alejandro Rodríguez]

La película «300», prácticamente un cómic de superhéroes llevada a la gran pantalla, recientemente ha creado un aura de admiración en torno a Esparta y los espartanos. La se secuela «300: El origen de un imperio» trata brevemente la batalla de Maratón pero se centra en la de Salamina, tras la de Termópilas, la del título original. Como bien nos tiene acostumbrados Hollywood, aparte de algunas patadas a los libros de historia, ensalza lo mejor de algo o alguien y oculta sus errores o mezquindades. Con Esparta así ocurrió de una manera flagrante en «300». Expondré sólo algunos hechos, que la película distorsiona, para situar lo que era la Esparta real:

1. Esparta fue un pueblo despiadado con sus subordinados, crueles y asesinos caprichosos para demostrar su poder y someter, vivían posiblemente en una paranoia social que se retroalimentaba: el miedo a revueltas hacía que viviesen en "Estado de sitio" permanente, con lo que el gobierno y la vida giraba en torno a ello;

2. no trabajaban en sí, para eso tenían sometidos a otros pueblos, y lejos de agradecérselo, hacían "guerras preventivas" para seguir manteniéndolos pobres y aterrados, sin capacidad de recuperación o prosperidad posible; anualmente les declaraban la guerra, con o sin pretexto, como excusa para tratarlos como enemigos extranjeros; incluso hacían ejercicios de entrenamiento que consistían en matar a quienes pudieran, una especie de entrenamiento de comandos con "fuego real";

3. las mujeres en la época eran tratadas como una segunda clase, esto era lo común en el mundo helénico, y aunque en Esparta gozaban de algo más de libertad lo era exclusivamente porque el hombre estaba practicando para la guerra o batallando, pero eran poco más que sirvientas y vientres para alumbrar hijos para su marido;

4. los niños nacidos débiles, enfermizos o con alguna minusvalía eran abandonados en una colina para que fueran alimento de los animales: sólo podían sobrevivir los mejores;

5. a los siete años los niños eran separados de sus madres, internados en un cuartel -el agoge-, auténticas escuelas de guerra, donde no sólo les enseñaban a manejar armas, combatir o a sobrevivir, sino también a odiar y a desconfiar; eran sometidos a una durísima formación que incluía penalidades, hambre, frío, palizas: una feroz competición incluso por la propia supervivencia. Si mostraban algún signo de debilidad nunca podrían ser ciudadanos espartanos, se les apartaba de la formación militar y serían considerados de por vida una clase inferior. Los que iban superando la instrucción pasaban frío y hambre con frecuencia, se les incentivaba a robar, como tendrían que hacer en terreno hostil, pero si eran sorprendidos haciéndolo eran duramente castigados. Se criaban sólo entre hombres, con lo que puede uno imaginarse el grado de inadaptación social en la que se formaban como personas, y esos hombres además sólo les enseñaban a guerrear. Se graduaban a los 18 años, pero seguían en los cuarteles hasta los 30, sin seguir relacionándose con familia ni otras personas, aislados en su mundo violento, tribal, se casasen o no, seguían viviendo entre hombres, en su regimiento;

6. era un mundo absolutamente pobre en arte, ciencia, filosofía, no se fomentaba el pensamiento creativo o la libertad; su mundo era de mentalidad cerrada, conformista, servil, gregaria y con un objetivo único: hacer la guerra, hubiera enemigos reales o si había necesidad, se inventaban para justificar el sistema.

Toda esta forma de vida para ser uno de los mejores ejércitos que ha conocido el mundo. Conquistaban o morían. El lema que su mujer o madre le decía al espartiata antes de partir a la guerra era «vuelve con tu escudo, o sobre él». Y esto le encanta a Hollywood, por supuesto. Ganaron prácticamente todas las batallas de su historia, y siempre obligaban a los perdedores a rendirles servicio y a seguirles en cualquier campaña militar o decisión política. Fueron una fuerza formidable, aterradora y decisiva: si había espartanos en el campo de batalla era sinónimo de victoria. En una sociedad tribal, hombres sólo rodeados por hombres, donde se fortalecían los lazos de compromiso y lealtad, era lógico que surgieran relaciones más allá del compañerismo y la camaradería, y se cree que las profundas relaciones afectivas entre los guerreros espartanos eran parte de su agresividad, valentía, unión y fortaleza.

La crueldad de Esparta lo demuestran algunos hechos, como el asedio a Platea, enemigos, pero helenos como ellos: tras conseguir la rendición, todas las mujeres pasaron a la esclavitud, los hombres fueron masacrados y la ciudad, arrasada hasta los cimientos. Argos sufrió la crueldad espartana al asesinar o quemar vivos a 6000 argivos refugiados en una cueva. En otro caso, en el que los espartanos habían perdido la batalla de Olpas, firmaron una paz secreta con los atenienses para poder escapar mientras dejaban a sus aliados ambrociotas como señuelo, con los cuales los atenienses no tuvieron piedad. O en el episodio de la destrucción de los muros de Atenas que les relegaba a ser invadidos por cualquier fuerza extranjera, como así ocurrió... pero el mismo invasor se llevó también a Esparta por delante.

Un Estado militar que rechazaba cualquier tipo de cultura intelectual porque consideraban que corrompía sus virtudes, poco legado ha dejado. La estabilidad de su Estado, tácticas militares y su extraordinaria valentía en combate es lo poco válido que que sobrevive en el recuerdo de la otrora temible Esparta. Ingredientes perfectos para una película espectacular con la que enaltecer el espíritu bélico que algunas decisiones políticas requieren.


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17 de agosto de 2016

Atenas, siglo V a.C.

Atenas no destacaba en el siglo VI a.C. por su poder, presencia o economía, pues era básicamente una sociedad rural. Sólo tras unificarse varios pueblos y ser la capital del Ática, la península donde se asienta, empezó a adquirir una importancia considerable entre el resto de las ciudades-Estado griegas. Posteriormente, algunos buenos gobernantes -entre los que destacaron Solón y Pisístraco- renovaron profundamente la polis entre otros: abrir órganos para toma de decisiones y judiciales a más que la aristocracia; pasar de grandes propiedades a pequeñas pero propias de personas comunes, el pueblo, el demos; un centralismo y un sentido identitario común en contraposición a un regionalismo; sistema de jueces itinerantes; se atrajeron artesanos para dar lustre a la incipiente ciudad-Estado en clara evolución; pero sobre todo entró en el comercio global, exportando el apreciado aceite de oliva y cerámica de lujo e importando madera, metales, grano, esclavos y pieles, negocios que fueron muy lucrativos y que les permitieron acumular riquezas y ampliar mercados siguiendo la estela de los fenicios, que ya habían abierto tiempo antes sucursales por todo el Mediterráneo. No sólo fue lucrativo el comercio, sino que el trato con otras culturas les enriqueció como sociedad, se establecieron permanentemente en diferentes enclaves y les abrió la posibilidad de ser cada vez actores más determinantes en la región.

Pero si hubo un dirigente clave en esta época ese fue Clístenes pues fue quien instauró la primera democracia en el sentido moderno de Atenas. Las reformas fueron muy profundas y se podrían resumir en:

· todos los habitantes del Ática libres tenían los mismos derechos (y deberes); entiéndase libres: hombres y nacidos en Atenas;
· el gobierno era del pueblo en un sentido directo e inmediato;
· sentimiento de unidad pero creando diez subdivisiones correspondientes a las diez tribus del Ática, pero que cada gobierno local a su vez tenía mezcla de diferentes grupos, con lo que continuamente tenían que trabajar codo con codo en las funciones militares, políticas y religiosas;
· crearon las famosas falanges hoplitas, el ejército, formado por ciudadanos libres, no como un ejército profesional pero con formación y experiencia como si lo fueran;
· creación de asambleas locales con una verdadera autogestión siempre dentro del gobierno de la ciudad-Estado;
· elección del gobierno de una forma democrática y con alta rotación para evitar vicios y corruptelas;
· participación directa del ciudadano en los asuntos de mayor importancia.

«Reconstrucción de la Acrópolis y el Areópago en Atenas» (Leo von Klenze,1846) [Wikimedia Commons]

Lógicamente el creciente poder ateniense creó recelos en su entorno, teniendo que guerrear con Esparta, Tebas, Calcis y Egina, llegando en una ocasión a pedir ayuda a la propia Persia ante la inminente invasión persa, aunque todo quedó en un "malentendido" que no sentó nada bien en el imperio.

Precisamente la primera de las guerras contra Persia, pocos años después, en la planicie de Maratón y la victoria ateniense hicieron que las aspiraciones geopolíticas, su importancia en el mundo heleno y su poder dentro de sus aliados creara uno de los dos bloques que durante décadas se enfrentaron dentro de lo que hoy entendemos como Grecia: por un lado estaba la «Liga de Delos» liderada por Atenas y por el otro la «Liga del Peloponeso» liderada por los espartanos. Sólo se aliaron con ocasión del segundo intento de invasión persa para, conseguida la victoria por segunda y última vez, batallar entre ellos hasta desgastarse mutuamente en actitudes cada vez más agresivas, enconadas, despóticas con sus aliados y contraproducentes para el mundo heleno.

En este periodo Atenas adoptó una política imperialista, conquistaron nuevos territorios, fueron despóticos con sus propios aliados y trataron de abarcar más de lo que debían, agotando sus arcas -y las de las polis amigas- en los múltiples conflictos en los que se embarcaron.

Atenas y Esparta, ciudades-Estado modernas, avanzadas, ricas, referentes culturales, fueron poniéndose zancadillas, esquilmándose generaciones mútuamente hasta la victoria espartana (con financiación persa) en las denominadas Guerras del Peloponeso... la cual fue luego vencida a su vez por Tebas... para finalmente ser Macedonia bajo el mandato de Filipo II, padre de Alejandro Magno, quien conquistaría la debilitada Grecia.

Atenas ha aportado más que ningún otro pequeño territorio a la historia: un sistema político que todavía sobrevive (democracia, senado, asambleas populares, votaciones) ; importantes aportaciones artísticas y culturales (comedia, poesía, teatro, dramaturgia, deporte); una arquitectura, copiada hasta la saciedad; avances científicos en astronomía, matemáticas o medicina; y hasta la filosofía o el estudio de la historia en las formas modernas de los términos.


«Esparta y Atenas en el siglo V a. C.» (Adolfo J.Domínguez Monedero, José Pascual González, 2014)│«Maratón» (Richard A. Billows, 2014)


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10 de agosto de 2016

El Imperio Persa

En el ámbito occidental es relativamente poco conocido el imperio persa especialmente por la supremacía cultural del romano, pero aquel fue más extenso y perduró más tiempo, pero ya se sabe que la historia no se caracteriza por su justicia. Desde mediados del siglo VI a.C. hasta la irrupción del vendaval que fue Alejandro Magno (332) el imperio persa o aqueménida fue más poderoso y mucho más grande que cualquiera de los anteriores, egipcio, babilonio o asirio, dejando una huella indeleble en la historia.

De una forma bastante veloz el régimen persa liderado por Ciro II «el Viejo» tomó el control de vastas extensiones de Asia central y una de sus características fue que los territorios eran asimilados y no era lo usual arrasarlos y esclavizarlos, sino que la transición era, digamos, más suave y menos cruel que en muchas otras épocas de la historia; por la misma razón también era más sencillo mantener la paz interna una vez la guerra había cesado. En la misma zona imperios de importancia como el babilonio o el sumerio ya habían tenido lugar, pero el persa multiplicó los anteriores y dado que muchos pueblos ya estaban bajo el yugo de imperios anteriores fue relativamente simple el control de inmensas extensiones con poco esfuerzo de conquista y mantenimiento, en parte también por continuar empleando administraciones locales, permitir los cultos religiosos propios, la no imposición cultural o lingüística y respetar el orden social preexistente. E incluso los dirigentes persas hacía gestos de respeto y benevolencia, liberando esclavos, dando más tierras y, en definitiva, ganándose a los conquistados. Se considera crucial en su éxito también el establecimiento de una gran red de caminos que comunicaba personas, ejércitos, comercio y noticias ágilmente entre las distintas zonas del imperio y/o con el poder central.

Imperio persa hacia el 500 a.C. [Sabertodohistoria]

En la mayor de sus extensiones llegaba desde el Indo, los actuales Afganistán y Pakistán, Turkmenistán, Turquía, Siria, Palestina, Israel, Líbano, Irán, Iraq, Siria, Sudán, Egipto, zonas de Europa oriental, hasta el norte de Libia. Acogía a cuatro grandes grupos culturales: los iranios, el corazón del imperio, pueblos de origen lingüístico iranio que incluían, entre otros, los persas y medos -tal era la fortaleza de éstos que se conocía también al imperio como «el Medo»; al oeste, los semíticos, actuales Iraq, Líbano y Siria, muy rica en agricultura y con un sistema político muy evolucionado; la Turquía actual era otra de las culturas incorporadas al imperio, a su vez multiétnica y que lindaba con Grecia y el Mediterráneo en sus extensas costas; y finalmente Egipto, con su cultura, agricultura y poderío económico con siglos de evoluciñon. Más tarde se incorporaron regiones de Asia Central, se expandiría también al oeste, hasta la Libia cirenaica e incluso penetraría en Europa por Bulgaría, Rumanía y Macedonia.

Como suele ocurrir, cada rey quiere superar la reputación y extensiones de su anterior, y tras Ciro y Cambises llegarían Darío y Jerjes, siendo el primero el que especialmente se relaciona con el tiempo que incumbe este episodio. Darayawaush (Darío) llegó al reinado mediante regicidio en el 522 a.C., pues era sólo un pariente lejano de Ciro, y tras el brusco cambio de poder se sucedieron importantes revueltas que supo sofocar diligentemente y con eficacia, pero que le encumbraron como un digno rey de tan vasto imperio y con una oposición interna totalmente derrotada a costa de prácticamente reconquistar todo el imperio pueblo por pueblo. Envalentonado, pasó a la conquista pura, extendiendo los dominios (o intentándolo) a Libia, Etiopía y Sudán. Aseguradas las fronteras occidentales, Europa se convirtió en el siguiente objetivo, para lo cual cruzó el Bósforo (por la actual Estambul) y se adentró en la Europa continental. Las poblaciones locales no hicieron frente a los persas, escaparon envenenando pozos y poniendo en aprietos a un inmenso ejército que se quedó atascado en la actual Rumanía (Tracia). Darío había puesto un pie en Europa pero estaba abarcando más de lo que podía en ese momento, con lo que se retiró estratégicamente al núcleo de su imperio, habiendo extendido sus fronteras y ganándose el merecido apelativo de «el Grande» para la posteridad, y dejando parte de su imperio en Tracia a cargo de un jefe local que llegaría con pactos y batallas hasta Macedonia, es decir, el norte de Grecia, rodeándola. Llegó a atacar en suelo griego, islas primero y luego en el continente, donde fue derrotado en la famosa batalla de Maratón.

La organización del imperio se estableció fue clave en su éxito y lo hizo como si fuera una empresa, cada región tenía que hacer unos pagos en dinero y en soldados cuando se requiriera, tenían autonomía de gobierno local siempre supervisado por un enviado persa, el sátrapa, y con todo lo recaudado y la estabilidad política se pudieron acometer grandes obras públicas y mantener un formidable y profesionalizado ejército siempre dispuesto a aplacar revueltas o acometer nuevas conquistas.

Dario I el Grande pasando audiencia. Persépolis, Irán [Algargos, Arte e Historia]

Fallecido Darío en el 485 a.C. le sucede su hijo Jerjes I, que diez años después entra de nuevo en batalla contra Grecia; también fue repelido aunque llegaría a vencer a los espartanos en Termópilas y a arrasar Atenas, pero tras las batallas de Salamina y Platea volvió a su Persia sin doblegar a los griegos. Sin embargo, sí consiguió desestabilizar lo suficiente las polis griegas como para que éstas se estuviesen peleando entre ellas durante décadas.

Tras Jerjes I y Artajerjes el poder del imperio fue decayendo paulatinamente con reinados más laxos y el despilfarro típico del final de un era hasta que Alejandro Magno con su soberbio ejército y estrategia militar conquistó con extraordinaria rapidez el inmenso imperio que tanto admiraba relegándolo, tras la batalla de Issos, a la historia para no volver a florecer nunca más.

El mayor legado persa fue el cultural, que se expandió tanto por Oriente como por Occidente paulatinamente -ladrillos esmaltados, alfombras, vestidos-, de ideología -las ideas del bien y el mal o el respeto a otros pueblos y culturas-  de ingeniería -como el primer canal entre el Nilo y el mar Rojo o la canalización del agua subterránea-, el primer gran sistema de correos, la domesticación de la gallina, el cultivo de la naranja, algunas flores y, por supuesto, la administración y gestión moderna de un imperio.

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