2 de octubre de 2023

21 de septiembre de 2023

Pueblo Run: ruta

Posiblemente haya afirmado esto más de una vez en mi vida pero creo que en esta ocasión hay alguna razón adicional: es la ruta más difícil que nunca he trazado sobre el mapa. Y la peor, quizá.

Como siempre y esta no iba a ser menos, Run the History se basa en antiguas rutas de corredores, en este caso, ya se ha contado, la de Catua y Omtua, corredores nuevomexicanos que portaron el mensaje del levantamiento de los pueblo contra los españoles en 1680. La ruta que siguieron se desconoce y el posible trazado no deja de ser una invención con más o menos verosimilitud pero la certeza no la tiene nadie. De hecho es altamente probable que no sea una ruta sino varias y dado que comunicar un levantamiento violento puede tener consecuencias gravísimas para alguna de las partes, incluidos los mensajeros, también es altamente probable que no sólo fueran ellos dos los que transmitieron la información y ellos "sólo" unieran los puntos más importantes.

El área de influencia de la Revuelta de los Pueblo de 1680 cubre del área de Taos al norte, hasta la actual Albuquerque, dado que una localidad a unos 20 km al sur de ésta, Isleta, ya era proespañola y si les hubiera llegado la información posiblemente se la hubieran contado a los españoles... cosa que de hecho ocurrió sin llegar a Isleta. En general la mitad sur de Nuevo México era aliada española o no se llevaban a matar.

Al este al menos la revuelta llegaba a Pecos, se sabe que llegó la información en forma de cuerdas anudadas, que se dio la voz de alarma por españoles, que se quemó su iglesia, que se mataron a españoles, etc. Y al oeste, seguro a las montañas de los jémez, zia, acoma, etc. Pero digamos que la "chicha" estaba a lo largo del río Grande porque es donde más población india había y más asentamientos españoles. 

Aunque con cierta certidumbre se sabe que los dos corredores partieron de Tesuque —mitad de mi segunda etapa—, pero yo decidí partir de Taos porque aquí también hubo levantamientos, porque Popé era originariamente de allí y porque desde Taos se atacó también a Santa Fe. Es evidente que si Catua y Omtua no fueron a Taos, lo que es probable, fueran otros corredores pero sí es seguro que hubo comunicación con corredores entre esas localidades

Pasado Santa Fe me desvío al sureste para abandonar el río Grande, "altamente" poblado (en general la densidad de población de Nuevo México es ridícula (7 personas/km², superficie de aproximadamente dos terceras partes la de España pero ¡2,2 millones de habitantes en total!) y sobre todo muy muy pocas formas de desplazarse que no sean por el arcén de una autopista. Hice bien en desviarme hacia el sureste pero tenía dos problemas: uno, no había más que un pueblo intermedio, Madrid. Y dos, para volver al río Grande tenía que cruzar un amplio tramo sin nada de nada en medio. Luego descubrí que había otro problema mucho peor (las propiedades privadas). La cuestión de que fuera una única la localidad que estaba en el medio de un largo tramo sin nada, de que casualmente me tocase pasar en sábado y de que el pueblo sea el Benidorm de Nuevo México es que no había alojamientos disponibles con lo que todo lo tuve que posponer un día o hacía casi 90 km del tirón. Opté por la primera opción.

Pero el principal problema que me encontré en esta ruta no fueron los tramos de asfalto, a lo que estoy ya resignado por usar vías de comunicación que en su día ya eran las más cortas y que ahora también lo son con lo que lo que antes eran senderos ahora son autopistas. No. El problema son las propiedades privadas y las reservas indias. Problema para un forastero que no conoce cómo se reparte el territorio a golpe de foto aérea.

Y cuando lo descubrí estaba ya allí. No tuve más remedio que romper todas las leyes estatales, federales, regionales, de propiedad, allanamientos, usurpaciones, derechos reales de paso y numerosos convenios vigentes. Es por esto que no verás esta ruta colgada en ningún lado excepto aquí como muestra de por dónde pasé, pero en ningún otro lado para su posible descarga. Porque salté vallas, me metí en reservas indias que está terminantemente prohibido hacer, en propiedades privadas, incumplí todo lo que uno pueda incumplir. Por supuesto no estoy orgulloso de ello pero tenía muy poco margen de actuación, sin mapa, posiblemente en muchos tramos sin cobertura para hacer consultas al móvil y sin excusa. Que las hubiera dado de todos los colores pero que posiblemente me hubieran servido de poco. 

Siempre he saltado vallas cuando he corrido o montado en bici por ahí, excepto que ponga explícitamente que es una propiedad privada en muchos sitios donde me he criado o he transitado eran para controlar el ganado, las cerrabas y punto. No sé cuántas vallas habré saltado en mi vida, nunca se me ha resistido ninguna, todas tienen alguna debilidad, pero esto que hice en Nuevo México no es sólo saltar, en ocasiones ni había ni vallas, era meterte en terrenos privados particulares o de una comunidad sabiendo que lo hacía. Repito, no estoy orgulloso de ello.

El caso es que salió así. Estados Unidos no es un país para correr (ni en general para hacer deporte outdoor que no sea en espacios habilitados o proclives a ello), entre asfalto, urbanismo extensivo, propiedades privadas y demás es realmente hostil hacerlo. Nuevo México, sin tanta propiedad privada o con unas servidumbres de paso, sería el paraíso de algunos deportes, desde raids en moto a gravel en bici, que se puede pero hay que conocerlo muy bien. También tiene zonas muy montañosas la mar de guapas, pero no sólo de montañas vive el hombre. Algunas reservas indias son enormes, algunas fincas kilométricas y entre algunas localidades hay muchas decenas de kilómetros. Lo que para algunos es aislamiento para otros podría tener un potencial increíble. Todo Nuevo México tiene una notable altitud, salí a 2000 m, acabé a 1500, un día me hice un corto trail por unas montañas y llegué a 3500 y casi ni subí, con lo que condiciona en cuanto a temperaturas, en invierno hace un frío tremendo y en verano te mueres de calor porque tiene buena parte de semidesierto. Pero a la vez, todas estas dificultades, las distancias entre lo localidades, la baja densidad de población, los paisajes absolutamente infinitos, para algunos es una motivación.

Me la "jugué" dos veces, un tramo largo saliendo de Pojoaque y el cruce de Madrid a Bernalillo. En ambos, durante horas, no vi nada ni nadie. Simplemente no te tiene que ir nada mal, un perro descarriado agresivo, perderte, quedarte sin agua por algún motivo no previsto, una lesión incapacitante, una serpiente de cascabel que pises (no sabía que había en la zona pero el primer día de turismo vi una). Si algo así te ocurre tienes un muy serio problema porque, no me cansaré de repetirlo, no te esperes tener cobertura cuando la necesites. Pero como no pasó nada que no tenía que pasar, pues silbando iba.

Sin que yo me estrese demasiado, con una mentalidad bastante flow, lo de meterme en potenciales problemas —porque recuérdese que es el país más armado del mundo y el occidental, con mucha diferencia, con más muertes per cápita por armas de fuego— me desgastó. Supongo que el no ir siempre positivo de cabeza, la lluvia del segundo día, cierta monotonía, soledad y demás ayudó a que me resultara más pesada en momentos que en otras ocasiones. Aunque la disfruté y cuando acabé y luego recorrí parte del Estado en coche y reconocía sitios por donde había pasado o pequeños momentos que me quedo para mí aprecié lo vivido.

En definitiva, una ruta a no repetir si no te quieres meter en líos, más variada de lo que parece, más emocionante, que te pone el hematocrito por las nubes y más dura de lo que me esperaba, aunque posiblemente sea la edad, la falta de preparación o el llevar demasiado tiempo sin apretarme las tuercas varios días seguidos.

Y esta es la gloriosa ruta que hice. Como suele ser habitual, con colores que signifiquen algo, en este caso de la bandera de Nuevo México.
  


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24 de agosto de 2023

Pedro Nicolás, el mensajero nuevomexicano

Cuando el 27 de abril de 2017 llegué a la plaza de Chalco, en México, me prometí que no volvería a plantearme un reto sin haberme recuperado antes de la lesión del pie que arrastraba desde hacía meses y que entonces aún desconocía cuál era.

Unos meses después fui al médico, me hicieron pruebas y me diagnosticaron neuroma de Morton, una inflamación de los nervios entre los metatarsos de los pies extremadamente dolorosa y sensible por ser los propios nervios. En el plazo de varios años me infiltraron una vez por probar, realizaron una primera operación en la que serví un poco de cobaya, una segunda operación para quitarme un nervio y una tercera para quitarme un segundo nervio. Esto con sus pre y postoperatorios, con sus recuperaciones, con sus puntos, con sus dudas, con sus vueltas a los entrenamientos, con coger forma y con darme cuenta de que no había encontrado la solución, una y otra vez. Cuando el traumatólogo me dijo que la medicina no podía hacer más por mí reconocí que estaba ya solo ante lo que me pudiera quedar por delante y que había cometido el error que me prometí nunca iba a cometer: el que el deporte me afectase a la vida, especialmente a la futura. 

Presentí que lo de los neuromas iba a quedarme para siempre como el legado de un corredor que algún día que dejaré de ser y como un doloroso recuerdo de que a veces los fallos se pagan para toda la vida. Entre operaciones pude entrenar en ocasiones con cierta normalidad y plantearme algunas competiciones por etapas. A estas alturas de mi vida deportiva y personal las grandes distancias hechas del tirón creo que se han acabado para mí especialmente por desinterés y posiblemente el cierre lo eché en Grecia, cuna de las distancias largas. No es mal final.

Con extremo cuidado con el calzado, y no sólo el de entrenar sino también el de andar por la calle e incluso el de andar por casa conseguí, tras años de aprendizaje, sobrellevar la lesión, sin nervios —tiempo después descubrí que sí que volvían a crecer— pero con tres operaciones que alteran por ahí dentro el pie nunca volverá a ser el mismo, lo acepto a regañadientes, pero quería al menos poder seguir haciendo deporte salud. Poco a poco fui comprendiendo cuándo me molestaba y por qué, aprendí a tener un par nuevo de zapatillas en casa para cuando con las que corría caían por el cliff y me empezaban a molestar porque desde ese día ya no había marcha atrás y las tenía que sustituir de inmediato. Fue un lentísimo aprendizaje donde una pequeña molestia me duraba días y donde la extrema sensibilidad de la zona y el uso continuo de la misma hacían difícil sacar conclusiones. Pero las fui sacando.

Mucha mediasuela, protección, cuidado y cambiar de zapatillas algo antes de lo que hubiera podido en otras circunstancias pero fui haciendo camino. Cuando estaba razonablemente convencido de que podía acometer algún reto llegó la pandemia del covid. Y, como a todos, me paró en seco. En mi caso al querer hacer un viaje internacional allende los mares el parón fue largo, demasiado largo. Porque a partir de cierto momento sentí que había perdido la chispa, la fuerza interior, las ganas de hacer algo, que haciendo deporte tranquilo se vive muy bien también y no hay necesidad de pegarse grandes palizas ni vivir incertidumbres en ocasiones indeseadas e indeseables. Cegado por un destino que no llegaba pero razonablemente harto de la normalidad un día de finales de abril hice una maratón en montaña, la cuarta de una bastante caótica temporada, y me sentí preparado. Porque fue fácil, no me cansé mucho y llevaba un tiempo haciendo una cada mes, es decir, había asimilado. Con un viaje-compromiso que me ponía un tope de fechas para acabar o empezar, con unas previsiones de tiempo que sólo miré de reojo se antojaba difícil pero no imposible hacer un reto que sólo había hojeado muy muy someramente. Era aquí y ahora o no era.

En los últimos meses había estado entrenando con unas zapatillas normales y no con unas de mediasuela alta, las únicas que he aguantado en años. Cuando me di cuenta, y no fue el primer día, de que iba normal y no pedía a gritos una mediasuela que me aislase más me planteé si finalmente me había recuperado de verdad. De hecho se me quejó antes la espalda, los piramidales o varias articulaciones que el pie izquierdo. Y no, no voy a volver a zapatillas normales pero ahora sé que hasta distancia maratón las puedo usar, algo que no me habría imaginado en el último lustro.

Mentalmente lo fui retrasando hasta que en una consulta de vuelos y esperando quizá que me fueran a pegar un hostiazo antológico las excusas se me vinieron abajo porque me pareció un precio razonable. La excusa sería yo o no sería. Y en un acto de notable inconsciencia me compré los billetes. Hice exactamente lo que tenía que hacer. Cuatro días después de aquella maratón de montaña, dos semanas antes de coger los aviones decidí que sí, que me iba. No sabía ni cómo era la ruta ni su distancia ni nada, no sabía a qué me enfrentaría y o me espabilaba o me comía el tiempo. Sólo sabía que el anterior noviembre que le eché un vistazo era demasiado frío porque en ese momento descubrí que me movería siempre entre 1500-2000 m y de ahí las temperaturas pero que en la segunda mitad de mayo deberían ser agradables. O muy cálidas, porque poco antes de irme eran de 30 ºC o más y justo al salir la previsión cambió a que todos los días podía llover.

La caótica preparación incluyó un cambio de planes de última hora porque me costó mucho trazar la ruta y encontrar alojamientos disponibles. Un día llegaba a un pequeño pueblo (de nombre Madrid) donde había sólo unos pocos sitios disponibles en Airbnb y todos ocupados porque daba la casualidad de que pasaba por allí en sábado. Por primera vez en mi vida llevaba varios hoteles pillados y todo dependía de que la cadena de transporte fuera perfecta o no sólo perdería mucho dinero sino también la posibilidad de hacer la ruta.

Cuando el comandante del primer vuelo dijo que volvíamos a la terminal porque había algún problema técnico vislumbré la posibilidad de que todo se desmoronase. Cuando la incompetente burocracia y organización del aeropuerto de Dallas («al gobierno americano no le importa que usted pierda un vuelo» escuché a un empático funcionario, afortunadamente no dirigido a mí) casi me hace perder el segundo iba ya curado de espanto. Un mes y algo después vi una entrevista a un piloto de Le Mans que otro veterano le decía que tenía que pasarse la semana previa andando despacio, hablando despacio, todo para llegar con energías al fin de semana de la carrera. Sin saberlo eso estaba haciendo yo, reservando energías, tragándome bilis, viendo el tiempo pasar sin poder hacer nada... y corriendo por un aeropuerto cuando tocó. Un viaje en coche, dos vuelos con dos trenes entre ellos, un uber, una corta noche, un tren y un microbús después funcionaron como debían y me planté en el hotel en la misma plaza de Taos, en día y hora. Casi no me lo podía creer. Se habían alienado unos cuantos planetas y sólo dos semanas después de plantearme seriamente el reto estaba ya inmerso en él. 

Taos, capital de Nuevo México. Nuevo México que está por ahí abajo de los Estados Unidos, bastante deshabitado, un tanto olvidado por los poderes y que me descubrió otro rincón de este país que no sé si odiar o querer. Bueno, sí, ambas. Aunque no en la misma proporción.

Tras seis años tenían importantes dudas de cómo funcionarían cuerpo y cabeza, y aunque por razones de ruta y cierto respeto me planifiqué unas distancias diarias que creía asumibles e incluso un par de ellas claramente cortas desde la comodidad del ordenador, había pasado mucho tiempo desde mi último reto serio y no sabía cómo iba a ir. Pero cuando me fui a dormir la noche previa sabía que había cosas que no estaban en mi mano y que esperaba resolverlas por el camino. Entre otras cosas no estaba en mi mano cómo me iba a sentar la cena: para ahorrar un poco y porque no sabía si los horarios de los transportes se iban a respetar me llevé un liofilizado para esa cena y con grata sorpresa y emoción descubrí que el fin de la fecha de consumo recomendada era 2013. Porque la emoción te espera a la vuelta de cualquier esquina. Puedo confirmar que a la mañana siguiente cagué con textura normal y que mi estómago sigue siendo a prueba de bombas. Me confirma otra vez que las fechas de caducidad son un engaño y voy a fundar un día de estos la Iglesia de la Santa Cagalera en honor de aquellos que comen lo que quieren y cuando quieren y apenas tienen problemas por ello. Seguimos. 

Lo bueno de tener un pedazo de jet lag de ocho horas hacia el oeste (Nuevo México está bastante a tomar por culo) es que madrugas de la hostia y he usado esto en mi favor, levantándome antes de que abran el ojo y el pico las gallinas y poniéndome en marcha bastante pronto. Sobre todo para mí que no soy precisamente de levantarme como un rayo y me muevo a velocidad absurdamente lenta por las mañanas. Alguna desventaja tiene esto de poner calles y caminos: llegas a los hoteles antes de que sea la hora de que puedas acceder. Tengo la fundada teoría de que si siguen retrasando la hora de entrada a la habitación y adelantando la de salida llegará un momento en el que no podrás llegar a pisarla. Al tiempo.

A pesar de que soy el rey de la ligereza en este tipo de viajes y de que no me sobra nada, al echármela a la espalda la noté pesada y en los primeros kilómetros pensé que por qué me dejaba el culo tan sentado por el peso. No es que fuera una mochila como en carreras de desierto, ni mucho menos, pero por algo la notaba un poco demasiado hasta hacerla no confortable. Es cierto que llevaba más que otras veces en forma de comida, dos liofilizados más para la primera cena y desayuno porque donde me alojaba no tenía nada de nada alrededor, y una barrita y un gel por día, algo que no suelo llevar. Supongo que sería eso porque el resto era material conocido en volumen y masa.

La ruta no me había gustado demasiado al trazarla, realmente difícil, pocos caminos, zonas con dudas y que tuve que adaptar a alojamientos. Y carretera, obviamente. Salí por una de ellas, la que conecta Taos con el resto del Estado, dirección sur. Taos es una pequeña localidad pintoresca, especialmente desde el punto de vista estadounidense, con construcciones tradicionales de la zona, bastantes galerías-tiendas de arte y alguna callecita peatonal, toda una rareza en este país. 


Los primeros pasos son siempre de recordar lo que era aquello, adaptarte al peso, estar con mil ojos y reaprender cosas que tenías casi olvidadas. Al rato me paré en una bonita iglesia con un par de siglos de antigüedad respetando la arquitectura local, no de la época que me compete, de estas no sé si hay alguna en pie, pero la arquitectura nuevomexicana me moló mucho. 


Un buen rato más adelante me desvié de esta primera carretera y tomé una solitaria y bonita, básicamente una recta con subebajas que no tenía salida, de ahí el poco tráfico. Y más cuando ya había acabado el curso porque poco más adelante pasé junto a la sede de Taos de la Universidad de Nuevo México. Con calma, con el calor subiendo, con paisajes kilométricos y corriendo algo forzado por el peso llegué a un aparcamiento donde dejar el coche, para el que lo llevaba, y hacer algunos trails locales. 

Primer fallo de orientación, unos 500 metros regalados, pero me di cuenta pronto de que no podía acceder al camino correcto porque era un cañón y el atroche no era una opción. Media vuelta. Al coger el camino bueno aluciné con lo espectacular del lugar, un minicañón del Colorado en versión nuevomexicana y del río Grande en vez del conocido Colorado. Muy chulo, con piedras oscuras, cañón cortado a tajo y preciosas vistas. Más feliz que una perdiz, sobre un camino ganado al mismo cañón y con algún desprendimiento relativamente reciente fui descendiendo hasta un puente que no cruzaría pero donde retomaría el asfalto. 


En demasiadas ocasiones no hay otra opción que el asfalto, esta era una de ellas: los caminos más útiles y transitados se acaban asfaltando y no hay motivo para mantener caminos alternativos cuando no hay densidad de población que los emplee en usos lúdicos. Era una carretera muy poco transitada, con el río a la derecha, y balsas de rafting bajando tranquilamente mientras yo me desplazaba a mi cansino ritmo sin más problema que un creciente cansancio. Fui, de paso, observando las muchas áreas de acampada (campgrounds) que hay por aquí por si en la segunda parte de mi viaje, como un turista más, tenía/podía hacer uso de ellas.

Acabé en un coñazo de carretera sobre la que tenía que hacer una decena de kilómetros más, esta vez de nuevo con bastante tráfico, para llegar a mi primer destino, una casa perdida de la mano de dios, junto al río Grande y sin ningún servicio, pueblo, gasolinera o restaurante cerca.  44 km en 4h52'. Los dueños no estaban con lo que dispuse de la habitación, jardín y demás para mí y pasé una agradable tarde recuperando y vagueando, lo que corresponde en este tipo de experiencias cuando acabas de correr.


Con todo en orden la segunda etapa ya se presentaba más larga, rondando los 50 km, con una zona que esperaba que pudiera hacer por montaña pero sin la absoluta seguridad y que una vez en ella fue más dura y solitaria de lo esperado. Cuando poca gente vive en un sitio es bastante raro que te encuentres con alguien en un camino realmente difícil para todoterrenos o muy exigente para bicis de montaña. Buenas rampas, zonas técnicas —no para ir a pie— y pendientes que en ocasiones con terreno suelto me costaba subir. Añado unos parches de barro aquí y allá por las lluvias de la noche anterior y una cadena cruzada ya avanzado el camino que casi me produce un ataque al corazón por tener que darme la vuelta, pero no. Aún no sabía lo que me esperaba.

De vuelta a la civilización en una zona donde en hora y pico no me crucé con nadie ni atisbé vida cojo unas carreterillas locales que fueron algo tormentosas por los putos perros. Mal por mí, cierto, son los putos dueños de algunos perros. Dejaban las puertas de las parcelas abiertas y los perros salían a "saludar", y dale, que no estoy entrando, que no me tienen que salir, que no me tienen que rodear ni impedir el paso, que voy por una puta carretera que no es de los dueños de los putos perros. Una y otra vez. Muy harto. No sabía lo que me esperaba aún.


Si no hubiera sido por la compañía canina hubiera sido un tramo agradable, sin tráfico, descubriendo la forma de vida de esta gente, comparando con cuando corrí por el norte, en el Estado de Nueva York o el otro que conozco un pelo, Texas, intuyendo calidades de vida, analizando servicios provistos, calidades de construcción o relaciones sociales, en definitiva, agradeciendo profundamente haber nacido en Europa. En un momento dado se puso a llover, lo temía porque las previsiones así lo decían y lo malo es que me quedaban varias horas aún. Primero unas gotas, luego más, luego parecía que paraba, de vuelta el agua... En uno de esos momentos iba por una carreterilla solitaria por la izquierda de la misma como corresponde, cuando veo un coche que se va a incorporar por mi izquierda desde una carretera perpendicular y por velocidad y distancia vamos a coincidir en el cruce. Aunque ya intuyo que no me va a dar prioridad no lo voy a forzar y voy pegándome al borde izquierdo de la calzada para que su señoría no tenga que mover el volante lo más mínimo. Aunque llueve y lleva los cristales laterales delanteros tintados —malísima costumbre, está prohibido en Europa— y yo estoy muy a la izquierda, en un movimiento sorpresivo se me abalanza y sólo gracias a mis reflejos salvo que me pegue en el centro del capó y con la inercia que yo llevaba hacia la izquierda y mis manos consigo que al recibir el golpe me desplace a la izquierda. No me llega a tirar por puro instinto gatuno, sólo porque predije lo que podría pasar no me pega de lleno con consecuencias más graves y lo peor de todo, el coche frena un poco y cuando me ve que no me ha matado sigue su camino sin parar, disculparse ni nada. Creo que no hace falta decir la cantidad de insultos, improperios y violencia verbal que salió por mi boca, no por el atropello en sí que le puede pasar a cualquiera sino por la cobarde actitud de irte sin decir ni mu. O miu. Con la de anuncios que ponían en la tele de abogados si llego a pillarle la matrícula ahora sería rico. Pero estaba yo como para coger matrículas.

Se me tuvo que pasar pronto el cabreo porque la lluvia arreció y la diferencia de tiempo entre relámpago y trueno decrecía rápidamente. Llegué a una carretera importante, salí de ella y aquí sí, se abrieron los cielos y empezó a llover como si fuera el último día. Qué manera de caer, oye. Entré en una pequeña carreterilla local y descubrí la indigencia profesional de los que la hicieron: las pendientes que toda carretera de bien tiene que expulsan el agua por gravedad a los lados estaban mal hechas y todo el agua se quedaba dentro. Básicamente durante varios kilómetros fui por un río, con coches que iban y venían y yo tratando de que no me salpicaran, porque casi me pasaban por encima las salpicaduras las olas de agua y es que había zonas de un palmo de agua. Acojonante. Considero que era realmente peligroso porque yo me iba cambiando de lado tratando de adivinar qué megacharco era menos profundo, indicando a algún coche que se esperase y todo ello con baja visibilidad como corresponde a un día lluvioso. Esta vez no me atropelló nadie. Por fin salí de este tramo y cogí una vía auxiliar de una autovía y empecé a pasarlo mal, esta vez de frío, me empezaron a castañear los dientes y estaba todavía a bastante de meta. Corriendo que te castañee la mandíbula bastante incontroladamente no es buena señal porque ya no calentaba, muy despacio, cauto de no pararme para nada y complicarlo todo. Lo pasé mal. 

No quería forzar las cosas pero se puso así y no me gustó porque sentí que no iba tan lejos de cierto límite, es cierto que había civilización alrededor pero no quería usarla. Sorprendentemente a dos kilómetros de acabar empecé a encontrarme bien y cuando vi el casino donde me iba a alojar (bueno, lo que es en el mismo casino no, en el hotel de enfrente) me puse realmente contento. A las afueras de Pojoaque, que no puede tener un nombre más indio, un casino con su megaparcamiento, un hotel, algún sitio para comer a distancia razonable para ir andando y poco más era mi paraíso en esos momentos. Sólo me quedaba una duda: llegaba bastante antes de la hora a la que podía entrar en la habitación pero al verme el recepcionista, un chaval la mar de majo, me dejó entrar sin problema, algo que al día siguiente le agradecí porque hay que ser agradecido cuando te echan una mano y por verbalizarlo no pasa nada. Bueno, sí pasa.

Nos reímos los dos de que no era capaz de firmar con el boli porque apenas lo podía agarrar con mis manos de clic de Famobil por el frío. La prioridad aparte de entrar en calor era secar todo que estaba absolutamente empapado, cosa que logré sin dificultad porque otra cosa no pero las bombas de calor funcionan aquí de puta madre. Lo de aislar bien las construcciones, usar persianas y demás ya lo comentamos en otro momento. El día había sido realmente duro y me dejó un tanto preocupado porque había previsión de lluvia para todos los días. Y estaba en el segundo de seis. He de decir que en realidad tuve suerte con el tiempo excepto este segundo día, no tuve mucho calor y no me volvió a llover pero en el momento estaba un poco de aquella manera. En cuanto acabé de correr, bueno, el último día ya lo hacía, empezó a hacer el calor que corresponde a la época del año y hubiera sido exigente.


He de decir que estaba bastante cabreado en general con los americanos, conducciones, perros y hostias en vinagre. He de reconocer que se me fue pasando y comprobé que el incidente del coche que me dio fue aislado, en general se conduce a ritmo tranquilo, se abren al verte de frente, saludan muchos y la gente es amable. Pero la amabilidad no es sólo dar las gracias cuando te ves igual, a tu altura: si eres de verdad amable, si va en tu persona, lo demuestras cuando estás "por encima", sea un todoterreno respecto a un peatón o ciclista, quien te sirve la hamburguesa en el Borrikín o lo que sea. No tuve problemas, la peña va muy a su bola y fue todo pacífico pero ese día sin duda estaba atravesado y tenía sobradas razones para ello.

Iba rozado de ciertas partes que prefiero no nombrar, la espalda también con algunas heridas y con las costillas molidas de la mochila, es cierto que no había entrenado apenas con ella y esto es sólo culpa mía. Y me preocupaba el tercer día porque era el primero de los dos tramos "por aquí porque yo lo valgo" y con dudas de su trazado.

Pues vamos a ello. Entro en campo y pone que es una reserva india... ehhh, esto qué significa. 'No trespassing', yo es que no sé idiomas, soy tontico. Narararara, seguimos. Durante veinte kilómetros iría por cauces secos que iba cogiendo y dejando en un aparente caos de trazado que sólo puedes hacer con un reconocimiento de una semana o gracias a las maravillosas ortofotos, y aunque yo sentía que desde la comodidad de mi hogar que era posible verte allí es otra cosa. Bajaba un riachuelo por todo lo que llovió el día anterior, hago lo que puedo por no mojarme los pies, y voy avanzando. Dejo a mi izquierda una pequeña localidad (la de la reserva), hay un Hummer a unos cientos de metros, sé que me ve, llevo camiseta muy blanca, pero no se me acerca. Sigo. Navegando por una zona abierta y solitaria no vuelvo a ver a nadie ni nada durante horas. Que por mí cojonudo pero es cierto que si hay problemas tienes Problemas de verdad, de salir en el Telediario.


Veo una valla, si he entrado es que estoy saliendo, ¿no? Me arrastro bajo ella, pues guay, pasado el peligro de ser echado o algo peor. Y veo un poco después otro cartel, otro No trespassing, ¡Que no pases, coño! y ya ponía que la multa podía ser de 5000 $. Ju ju. Y qué hago, que llevo una hora, que no hay nada a la vista, no voy a cruzar pueblo ni carretera en horas, nada de nada, literal. Pues qué voy a hacer. Hacerme el idiota si me dicen algo pero que me la estoy buscando es totalmente cierto. El terreno arenoso de ser antiguos cauces está muy muy pesado por la humedad, muy lento, difícil, y yo en medio de la nada, que repito, fenomenal, no me atropella nadie, voy a mi rollo, pero que no tengas que pedir ayuda porque te comen los chacales. No hay ni huellas de todoterreno a partir de cierto momento del tramo. La verdad es que el sitio me gusta mucho, me recuerda a las grandes extensiones de los desiertos, infinitas, dependiendo de ti y sin más preocupaciones que seguir avanzando.


Mucho mucho después veo una tercera valla y esta era difícil, la salto y al poco veo una casa, el primer indicio de que no estoy en Marte, al rato veo una escultura de acero como una casita pequeña de grande, ¿una escultura? Luego veo otra de dos señores. What the coño es esto. Me giro y veo a un kilómetro un casoplón como las de las películas, tardé un buen rato en salir de la finca por la puerta de verdad (tooooooodo esto era una finca privada de varios kilómetros de perímetro) y al salir de la finca entré en una urbanización de hiperricos.
 


Me tuve que salir del track y empecé a improvisar pero lo salvé con auténtico estilazo, acabé en una edificio de una ópera y respiré tranquilo por todo lo que había pasado y lo poco-algo-bastante-demasiado que me la había jugado al estar tan lejos de todo en un sitio del que lo desconozco todo.

Tuve que replantearme el cómo volver al track por carreteras pero lo conseguí, un rato después me crucé con el único corredor en más de 250 kilómetros y me acerqué lentamente a Santa Fe, ciudad que bordeaba y más amable porque tiene unos cuantos carriles bici a los cuales me lancé con los brazos abiertos, tanto que me pasé de optimista y estuve dando vueltas para encontrar la salida de una zona. Y me cagué en todo porque lo de dar vueltas a lo imbécil lo llevo mal. A la salida de este laberinto vi un bonito grafito del Guernica de Picasso, en cosas así se sabe cuáles son los referentes culturales realmente globales.

Rocé Santa Fe, ya volvería de turismo, y llegué a zonas exteriores, cordones de viviendas, algún campo de golf, polígonos industriales, naves-trasteros, hospitales privados, un tramo trazado con el ojo de halcón absolutamente excelente que me dejó alucinado de cómo puedo ver ciertas cosas con fotos aéreas, y finalmente mi destino. Un hotelito a las afueras, cerca de otro megaparcamiento y un minicentro comercial al lado. Otros cerca de 50 km, más lentos pero duros por la primera mitad y salvando la primera bola de set en cuanto a trazado creativo.


Por razones logísticas no había ningún sitio para dormir en más 80 km. O hacía un día corto o me metía un palizón antológico. Hice bien en escoger la opción a. Desayuné bien, charlé con un colega corredor en el desayuno que me preguntó por las zapatillas que llevaba y salí rumbo a una etapa de transición antes de la bola de partido del quinto día, ya hablaré. Para mi sorpresa cientos, posiblemente algún millar, de ciclistas pasaron en varios pelotones, desde pros (o pinta de) a globeretes de bicis de montaña baratas. Éstos y algunos que volvían creo que con el rabo entre las piernas por abandonar la ruta de esta marcha son las únicas bicis que vi. Que vi funcionando, vi unas cuantas más pintadas de blanco y con el nombre de su usuario, atropellado tiempo atrás. Las carreteras están jalonadas de cruces e hitos de gente que se ha dejado la vida en ellas, aunque tienen carreteras de buen firme y trazado son penosas en el resto: cruces al mismo nivel, muchas sin medianas de hormigón (que son invento americano, por cierto, Jersey se llaman), sin guardarraíles, con poca señalización, sin catadióptricos por la noche... Es el país con más accidentes mortales per cápita del occidente. Lo cual no me sorprende y eso que ya digo que suelen ir despacio pero te das cuenta que no todo es la velocidad. La ausencia de ITV (¡benditas ITV!), que cada uno lleve el coche como quiera, sin matrícula delantera, los camiones a la velocidad de los turismos y tantas tantas cosas que alucinas. Y no vengo yo del país con mejores conductores precisamente aunque sí de uno con unas de las mejores infraestructuras del mundo. Y lo de ver tantas bicis un día y cero el resto tiene una explicación: salen en grupo, con docenas de policías y así se puede salir, si no, no sé, allá tú supongo.


Total, que partí para mi cuarta etapa, tranquilamente porque sería de treinta y algo, noto que voy ya algo deteriorado, paso por cárcel, centro de detención y correccional, base de la Guardia Nacional y algo más del ejército, todo esto sí, níquel, tope gama; y cuando el GPS me dice que tire para la derecha (la ge es de God, Dios, y yo obedezco) me salgo de la carretera, salto una valla y pongo rumbo a algo que supongo que era una antena. Acierto, antena de guiado de aviones, un sendero que veo por allí y un camino, ya lejos de la civilización, double track o jeep track. Todo bien. Empiezo a abrir y cerrar vallas, veo molinos con bombas de agua, a mi rollo. Llego a una carretera que no recordaba y me vuelvo a salir, una pista muy buena y tras algún kilómetro pone algo que no entiendo (en realidad esta vez sí es cierto que no lo entendía del todo pero me hago el loco de nuevo) y acabo en una casa privada. 

No hay nadie y empiezo otra vez a meterme en líos, no debo estar aquí, no he saltado vallas pero no debo estar aquí, esto es privado, casoplones majos, no hay nadie en ellas o eso creo, y empiezo a vagar completamente a ojo porque de nuevo estoy muy muy fuera del track. Como me salga alguien le voy a tener que contar la historia de mi vida, que si soy de muy lejos, que soy lerdo, que si no sé dónde estoy, que si yo no quería. Todo esto, recuérdese, en país más armado del mundo con diferencia. Y del que el último dato que vi sale a más de 1000 muertos por arma de fuego ¡al mes! Yo a lo mío. A seguir ahondando en el error. Con ese don de tirar recto por donde me dice el instintoque el altísimo me ha dado, surfeando por colinas llego al track de nuevo tras un buen rato campo a través, paso una valla tras otra donde ponía No trespassing a la vuelta de la valla, es decir, progresivamente, por cada valla que cruzaba entraba más y más en la legalidad. Entendí que eran como círculos concéntricos de propiedades privadas y yo iba saliendo de ellas. Bien. Una que me gustó menos ponía que era una zona de minas y que podría haber explosivos. Venga, fiesta y feria. De nuevo, durante horas no vi a nadie y obviamente nadie me dijo nada porque... no había nadie. Y nadie es nadie. Está esto para tener un problema. Ah y otra cosa, lo de la cobertura por aquí ni se parece a nuestro bendito país. Pero ni de lejos, eh. Starlink está hecho para Estados Unidos que tienen una sombras de cobertura inmensas; en España, excepto casos contadísimos, es inservible el invento de llenar órbitas de chatarra espacial (y hay otras opciones mucho más baratas, te informo). Y no me hace falta ni comprobarlo, siempre llevo el móvil apagado pero aquí la cobertura es una santa mierda.

Total que sigo y acabo en un pueblillo que toco y salgo rumbo a mi destino final. Voy servido. No levanto los pies del suelo, me duelen algo las rodillas (aunque sé que es muscular, exceso de tono muscular de los cuádriceps), petadillo y tras una subida donde me salen otros chuchos llego a Madrid. Madrid de aquí, es decir, Meidrit, algo así. Un pueblecito mezcla de Benidorm y un western, cantidad ingente de peña porque había unas fiestas. De pasarme días por ahí yo solo me empezaron a salir sarpullidos de ver tanta humanidad junta. Ojos como platos por el despliegue de peña, coches buscando dónde aparcar, tiendas de venta de cannabis, otras de arte y cualquier mierda, y las fiestas con bandas de su música garrula, porque sí, han aportado el rock al mundo pero joder otros estilos musicales... Son unos horteras hasta decir basta. Y cuando veo lo felices de la vida que están en este cutre pueblo pienso que si tienen una mínima sensibilidad artística, pero poquita, cuando vean, no sé, Toledo, deben quedar absolutamente extasiados y al volver a sus villorrios sin personalidad deberían de ser presa de una insondable melancolía.




Un choque enorme de sensaciones el ver tanta gente junta de la cual me alejé como ser asocial que suelo ser pero en estos momentos se multiplicaba mi aversión a la especie humana de tantas horas que estaba pasando solo pero el sitio donde dormí fue el mejor, con terracita para estar tranquilo, amplio, limpio y con crema. Crema para automasajearme las patas e intentar quitarme el dolor de rodillas, es lo bueno de que la casa fuera de mujeres. 

El único incidente fue en la bañera... intento abrir el agua caliente y no abre, temo reventar la instalación de agua de toda la casa con mi superfuerza, pero nada, que no abre, tras un buen rato giro hacia el otro lado y abre. ¡Pero a quién se le ocurre que abra al otro lado y que no lo indique! Creo que aparte del test de Turing para saber si algo es inteligente ponía a la candidata a inteligencia a abrir grifos de bañeras del mundo, la cantidad de sistemas que hay me apabulla, es increíble la creatividad humana, hay miles de diferentes posibilidades y dudo que se hayan acabado. Pero lo de abrir hacia el otro lado no me suena haberlo encontrado nunca y me parece brillante. Brillante no sé para qué.


Tras esta digresión sobre grifos estaba a las puertas del día clave, el quinto, se supone que algo más descansado (ja) por haber hecho sólo 35 km el día anterior pero con una zona crítica. Crítica de que es o todo o nada. Un tramo de ¿20? km —realmente no sabía ni sé su longitud— en medio de la nada, muy lejos de cualquier sitio habitado y sin plan B. Estoy absolutamente seguro de que sin cobertura de móvil y que no sabía desde casa por qué había ese vacío en el mapa aunque ya sospechaba que pudiera ser una propiedad privada. Lo sabría pronto.

Abandono tranquilamente el villorrio westernbenidormiamo de Meidrit (no se enteran si dices Madrid, por cierto) y me dirijo a la duda más grande de toda la ruta. A derecha e izquierda una valla kilométrica con unos carteles que no atisbo a leer. Me paro a mear, excusa para acercarme a ver qué pone. Y lo que me temía. No trespassing. No seré el más original pero montar un negocio de carteles de No pasar me parece un negociazo en este país. Aunque no me pasó tanto en la zona de Nueva York cuando corrí por allí este es un país de inmensas fincas privadas, como muchos de sus servicios, el suelo es eminentemente privado, claro que hay parques nacionales y demás pero la inmensa mayoría no sale de casa corriendo o montando en bici de montaña al campo, no, para coger caminos que no sean privados en muchos sitios hay que ir hora y pico en coche y montar ahí, que sí, que molarán más, pero qué hacen de lunes a viernes. Carretera y jugándose la vida, supongo. Y no hay derechos de paso ni nada, todo es no pasar. En esta finca de centenares de kilómetros cuadrados (y sí, sé lo que son 100 km², no soy periodista ni mido en campos de fútbol, lol) ponía además que no se podía cazar, pescar, excavar, coger leña... pero no decía nada de correr, je je. Es cierto que venía un teléfono para llamar pero dudo, primero, que tuviera cobertura, y segundo, que no puedes llamar un lunes a primera hora diciendo que quieres cruzar el pedazo de rancho de tito Chávez. Y salté, claro. Esta vez sí que no tenía otra.


Ante mí un par de decenas de kilómetros de la nada, de camino en camino, unas vallas por aquí y otras por allá, absolutamente nada (con una excepción) ni nadie. Si no fuera por la inseguridad de que me podrían echar en cualquier momento, de pegarme un tiro, de saber que lo estaba haciendo muy mal, de que casi seguro no tendría cobertura, de que nadie sabía dónde estaba, de que no había agua ni pueblo ni carretera ni nada donde poder avituallarme o abandonar, si no fuera por estos pequeños detalles estaría de lujo. En realidad estos minúsculos detalles no me influyen excepto en estar más alerta. La sensación de aislamiento era magnífica.

Al poco empiezo a sentirme húmedo (no pienses mal). Justo en el punto más lejano de la civilización un soft flask decide que ha llegado el momento de marcharse al más allá. Es cierto que me ha durado muchos años, ¿pero en serio no podría haber sido en otro lado? Hago trasvase a un soft que siempre llevo de repuesto cuando estoy en faena perdiendo poca agua pero que voy racionando como siempre pero hoy especialmente y sigo camino. 

En realidad, abro paréntesis, no he llegado ni a apurar los 1200 ml de agua que llevo para 50 km, no he repuesto ninguna vez en marcha ni he comprado comida, nada, con una barrita y un gel al día me eran suficientes, podría haber perdido toda el agua de un soft que no hubiera tenido problema real. Cierro paréntesis. 

Tras coger este y aquel camino llego a la única posible presencia humana moderna en todo este tramo, una construcción que no llegué a distinguir por foto aérea si estaba abandonada o no. Y sigo sin estar seguro. Me alejé campo a través para darme unos segundos extra por si había perros pero no había vida allí. Seguí mi camino y un rato después vi los restos de alguna edificación abandonada bastantes años atrás. Un poco fantasmagórico esto. Seguí a lo mío, con los caminos cada vez más deteriorados, hasta ir prácticamente por cauces secos sin presencia humana en bastante tiempo, ¿de verdad este era el mejor camino? A veces me sorprende mi creatividad con Google Earth. 

Un buen rato después creo estar cerca de salir de esta prolongada zona de la nada y la sorpresa es mayúscula al ver un Jeep Wrangler muy preparado con algún turista parado, ellos no me ven porque voy en silencio pero yo sí, no sé si les enseña algún resto arqueológico, eso parece. Pero es la confirmación de que estoy cerca de la civilización. Un buen subidón después veo un depósito de agua y una puerta ¡que no pone no pasar!, claro, venía de casacristo, de donde nadie puede venir y una bajadita después piso asfalto. Bienvenido al mundo real. Otra urbanización donde hay una casa cada kilómetro. Casas de pobres, claro. Tras varios kilómetros llego a una puerta con cámaras de seguridad para salir de la urbanización pero justo entra un coche y aprovecho para salir. Esta vez nadie me puede decir que me he metido en un sitio privado a sabiendas, he salido y ¡oh, sorpresa, era una urbanización privada esto! Haberlo dicho por donde entré.

Salir de un tramo de algunas horas sin posibilidad de fallar y que todo haya salido bien me tranquiliza. No está bien hacer cosas así y me arrepiento. Me arrepiento en el sentido de una mala preparación, absolutamente nadie me vio, ni mis huellas se van a quedar pero no está bien. Es arrepentimiento en ese sentido. Porque lo que es molar, mola, estar en medio de la nada sabiendo que nada puede salir mal mola. De hecho será la última vez del viaje. Vas a un país que no conoces, una vez por tontito, vale, puede colar, era el tercer día que me pasaba todo por el forro de los huevos y es demasiado. No es para estar orgulloso. Pero es cierto que la alternativa era abandonar la ruta, buscarme una forma para volver a Albuquerque donde tenía una mochila y ya está. Pero no quería hacerlo. En otro país no hubiera sentido intranquilidad o inseguridad, en los Estados Unidos, sí. Una fama merecidamente ganada

Los kilómetros que me quedaban fueron lo de siempre, mi análisis antropológico de la sociedad americana, pensar en qué coche tendría yo con la forma de vida, distancias, urbanismo, tipología constructiva y cultura americana (un Subaru Forester), los pocos Tesla que vi, dos Rivian (pedí deseos), la señalización de las carreteras, la forma de vida de esta gente, el urbanismo tan deplorable, el buen avance en placas solares desde la última vez que estuve por los States y pensamientos por el estilo. Como decía más arriba llevaba una barrita y un gel por día, algunos geles con cafeína a ver si me daba alegría. No tomo café, nunca en mi vida me he tomado un café de hecho y recuerdo perfectamente los últimos diez kilómetros de este día porque me tomé gel y pensé que eso era doping. Se llaman Nduranz y flipé con la patada en el culo que me dio, yo no daba para nada y no había nada que hacer, me molestaba ya demasiado todo pero con energía en el cuerpo qué bien se rinde. Para otra vida porque en esta ya no voy a cambiar lo mal que me he nutrido siempre.

Muy cansado, con dolores por todos lados y especialmente en un dedo gordo que le dio por ponerse de un sospechoso color negruzco y no sé aún por qué : no di golpe, no me quedaban las zapatillas pequeñas pero las notaba apretadas ahí, lo único que podía hacer era quitarme las plantillas para ganar espacio pero correr sobre costuras no me apetecía porque sobre costuras no se corre a pesar de que alguno intente vender que por ligereza las plantillas se pueden quitar. No me cuentes milongas.

Como dato la maratón la pasé en 5h22' y le estuve dándole vueltas al dato. Con mochila, +650 m de esa maratón, quinto día, saltando vallas, trasvasando agua, bastante cansado ya, muy lento, con ganas de acabar todo y me sigue pareciendo un buen ritmo para las circunstancias.

Último hotelillo, en un momento dado con media docena de coches de policía y bomberos (todavía salimos en la tele porque uno se ha atrincherado o algo) un McDonald's enfrente, 50 km más en la buchaca y una jornada para acabar todo esto. Y corto. Pero sin saber dónde acabar, no tenía destino fijado.


Sí, te lo puedes creer. Me hago una ruta de más de 250 km (creo, no los he sumado) y no sé dónde acabar. Así soy yo y especialmente en este viaje donde ha sido todo un poco de aquella manera pero en el que sorprendentemente he ido más hippie que nunca y todo ha salido rozando la perfección. 

Sin que sirva de precedente vi vallas este sexto día y que mi track se adentrada en ellas y no lo hice, no las salté, me contuve. Ya había sido lo suficientemente egoísta. Y me chupé carretera para aburrir hasta que cogí un canal y me alejé del mundanal ruido. Mucho más cerca de Albuquerque fui cogiendo carriles bici y la llegada parece que iba a ser tranquila. Albuquerque sí, no Alburquerque, se perdió una erre por el camino, ni escribir saben, coño. AlbuRquerque, cojones. Ni que decir tiene que la mayoría de los nombres aquí son españoles, mayoría no, inmensa mayoría, y resulta curioso ver calles, pueblos o accidentes geográficos con nombres más castellanos que la catedral de Burgos. No es para sacar mucho pecho porque las tropelías que cometieron nuestros antepasados no es para sentirse muy orgullosos y si en tus libros de historia no vienen estos atropellos no es que no ocurrieran es que debes buscarte otros libros. Pero de lo que nadie puede poner en duda es del inmenso poder y la extraordinaria extensión que tuvo en su día el imperio español. Para empaparte mejor de nuestra historia, aparte de novelas o libros que últimamente creo que están viviendo un florecer donde se destaca todo lo español, y no me parece del todo mal si son justos con la historia, hay que o leer entre líneas o buscar otras fuentes documentales para ampliar el campo de visión. Yo no estaba en Nuevo México por nuestros antepasados, no me siento ni especialmente orgulloso ni por supuesto responsable de lo que hicieron, de hecho estoy por los indios, dos de hecho, Nicolás Catua y Pedro Omtua, que corrieron llevando un mensaje para, precisamente, expulsar a antepasados míos de los que comparto nacionalidad, rasgos culturales e historia. Ninguno de los tres me ponen una venda en los ojos. Lo que los corredores mensajeros portaron era el mensaje de una revuelta, sangrienta, salvaje, donde murieron cerca de 400 españoles y habiendo leído algunas de las ejecuciones los indios no fueron precisamente santos, como posiblemente no tocaba ser. No juzgo a los unos ni a los otros y si lo hago creo que ha sido en las entradas de la parte histórica, nadie respetaba nada, las leyes se las pasaban por el forro, los abusos fueron continuos y salvajes y cuando la revuelta se inició se devolvió el mismo desprecio que habían repartido los españoles durante décadas. 

Hay una leyenda negra, hay una visión negativa de nuestra historia y nos merecemos mierda a paladas, bueno, se merecen los antepasados que participaron en ella comprendiendo que eran otros tiempos. A mí que no me hagan responsable ni de una miajina, pero también se hicieron cosas grandes, extraordinarias y espectaculares, una cosa no creo que compense a la otra pero para eso hay que tomarse la molestia de leer y comprender, igual que leí libros de autores mexicanos que contaban la historia de Hernán Cortés cuando me fui a México también aquí he sabido poner en su lugar lo ocurrido con libros proindios que me contasen la otra parte de la historia. 

Bajo un sol, ahora sí pegando duro, por un transitado carril bici que se me hacía infinito aún a las afueras de mi destino final sin ver ni de lejos la ciudad iba enfrascado en mis pensamientos, en los días pasados, en lo que había hecho bien y mal y en si había merecido la pena. Seis años después tenía dudas y las sigo teniendo de si quiero esto para mí, pegarme una paliza pa na. Tuve una sensación agridulce porque la ruta no había sido buena, había rendido un poco regulín y estaba un poco atravesado aún con el país. Lo último lo resolví en unos días de asueto con un coche sin rumbo y viendo cosas, días tranquilos, de conocer y ver, que disfruté bastante y que sin tener absolutamente ningún plan fueron rodados. El otro día escuché la expresión flâneur, ir por ahí sin rumbo y me encantó. Lo otro, la parte deportiva, la tengo un poco en el aire, disfruté volver a sentirme en forma, el hacer una maratón de refilón, poco después ya bien, la tercera corriendo el día antes y el de después y la última en montaña y razonablemente sobrado. Apenas disfruté los preparativos porque fueron muy apresurados con un momento de bajón que cierta personita me ayudó a sobrellevar con su perenne sonrisa. Y la ruta me sobrepasó en ciertos momentos asumiendo ciertos riesgos al borde de lo razonable. Meses después me he dado cuenta de que me faltó estudiar más y mejor la parte histórica que he disfrutado mucho más a la vuelta, pero eso entonces no lo sabía.

Y seguía sin final. Porque al poco de entrar en Albuquerque no tenía meta. Me gusta que las cosas tengan un sentido, un porqué y aquí no la había encontrado. Así que paré, saqué el móvil y busqué un destino. Al rato, con una penosa cobertura que apenas me permitía consultar Google Maps ya en una ciudad de en torno al millón de habitantes, manda huevos, me saltó la chispa: la plaza central, la antigua, la original de la ciudad. Fundada en nosécuándo y leches, plaza fundacional de la ciudad, obviamente por españoles, peculiar, muy suya y de lo poco que vale de la ciudad en sí (como en general de las ciudades estadounidenses), muy riquiña. Dije, este es mi final. Pero a cinco kilómetros, se me hacía bola a priori. 

Y no, fue un alegre paseo que me resultó corto, con un final digno que conectó la salida con la meta, ambas en plazas españolas, ambas con una importante historia, ambas con una arquitectura impropia de este país, con soportales, zonas ajardinadas y templetes y un buen lugar para acabar esta pequeña aventura




Me senté en un banco y mandé el whatsapp de rigor de que había acabado y estuve un rato sin nada que hacer viendo el mundo pasar delante de mí. Ese mundo que yo había exprimido bastante y tocaba parar un poco. Me había ganado ese rato sentado sin nada que hacer. A nadie le importaba qué venía de hacer, casi ni a mí, pero esos momentos, cansado, sucio y con la satisfacción de que estaba hecho lo que me había planteado era sólo mía.


Momento de estar tranquilo, razonablemente satisfecho, suficientemente cansado.
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18 de agosto de 2023

Los años de "paz" y la reconquista española de Nuevo México

Expulsados los invasores, los indios vivieron un tiempo en paz. O supuesta paz. El propio Popé, celebrando la victoria india y empezando a emborracharse de poder, tomó el Palacio de los Gobernadores como suyo y fijó en él su residencia y centro de mando.

Mientras, en Nueva España, Otermín reunió un pequeño ejército y a finales de 1681 marchó al norte a tratar de recuperar lo que había perdido. Tierras, poder y honor. La mayoría de los pueblos por los que pasó los encontró desiertos pero cuando encontró el primero habitado éstos mandaron rápidamente a corredores dirección norte para reunir fuerzas y volver a expulsar a los españoles. Antes de que acabase 1681 Otermín y sus hombres estaban de vuelta dirección sur sin haber conseguido su objetivo. Y ahora sí, comenzó el periodo de tiempo en el que los indios vivieron sin invasores, al menos españoles.

Se sabe bastante poco de estos años en los que los españoles no narraron con sus relatos, informes y cartas lo que acontecía en Nuevo México y la amnesia colectiva es importante entre el pueblo indio. Amnesia por lo traumáticos de estos tiempos pero también por no tener tradición escrita y porque la oral se comparte con no indios con mucha dificultad por un celo que en ocasiones cuesta comprender y que llega hasta nuestros días. Incluso antropólogos indios, de sus mismas etnias se las ven y desean para extraer pequeños fragmentos de información que poco a poco han ido creando un imagen general de cómo fue este tiempo. 

Popé, el líder de la revuelta, quiso "purificar" el territorio de todo lo que fuera español. No sólo quemando iglesias y figuras, prohibiendo usar nombres españoles o haciendo divorciarse parejas casadas bajo el rito cristiano. Llegó a prohibir el uso de cualquier palabra castellana; o a quemar las plantaciones de productos importados por ellos, que incluían trigo, árboles frutales, melones o chile y plantar en ellos sólo semillas autóctonas, maíz y judías; se liberaron los animales que habían traído los españoles (caballos, vacas o cerdos); se prohibió el uso del castellano e incluso de palabras que ya se habían incorporado al lenguaje indios porque no tenían traducción; y otras medidas simbólicas como lavar a los bautizados con raíces de yuca para "desbautizarlos" del catolicismo. Además, como el déspota en el que se había convertido, Popé empezó a exigir sus súbditos el pago de tributos en forma de grano, mujeres y ganado. Para 1682 Popé ya había sido depuesto por su extremo fanatismo.

Restos de la iglesia de Pecos en la actualidad con alusión a la Revuelta de los Pueblo y la cuerda anudada que portaron los corredores mensajeros


La purga de todo lo español que, en definitiva, llevaba décadas ya integrado en la sociedad india fue extrema incluso para los propios indios pueblo que detestaban a los españoles y muchos ignoraron sus mandatos a riesgo de ser castigados o incluso ejecutados por el fanatismo que sólo había cambiado de acera. Algunos siguieron montando caballos, plantando frutas o continuaron teniendo cerdos por los lógicos beneficios que éstos aportaban. 

Mucho peor, las guerras intestinas entre los pueblo, o entre pueblos y otras tribus comenzaban a ser más y más frecuentes con lo que se vivía realmente una época de "paz" en el sentido de que no había invasores foráneos pero de guerra civil por las muchas libradas entre los habitantes originarios.

Se sabe también que sin el poderío y la tecnología militar española los pueblo quedaron a merced de enemigos que consideraban mucho más distantes en términos étnicos que tewa o jémez y éstos aprovecharon esa habilidad lanzando periódicos ataques para el robo, asesinato o secuestro. Las peores incursiones eran principalmente ejecutadas por los apaches que ahora veían expedito el camino para cometer sus tropelías. Los indios pueblo, generalmente más pacíficos, con menos habilidades guerreras y no bien organizados sufrieron los ataques y la devastación que estos ataques relámpago provocaban en sus campos, ganado y familias.

A no mucha distancia (usando la escala estadounidense) un tal René-Robert Cavelier en 1682 completó el primer descenso del Mississippi, en 1684 lo remontó, reclutó 15 000 indios locales y se dirigió hacia el oeste para ocupar las tierras que habían dejado "sin dueño" los españoles. Su pobre orientación tornó la expedición en un caos, sus hombres acabaron asesinándolo y restos de esa expedición llegarían hasta lo que hoy es Montreal. Esta aventura francesa encendió las luces de alarma en España de que las potencias extranjeras empezaban a acercarse a sus dominios por lo que decidió retomar Nuevo México para evitar la invasión por el este que luego se podría tornar sur si los franceses decidían atacar Nueva España, México, joya de la corona española al otro lado del Atlántico.

Mientras tanto, en Nueva España, se celebró el juicio de residencia a Otermín. Los juicios de residencia servían para controlar o auditar la labor de la persona enjuiciada, en este caso el gobernador de Nuevo México. Con la información disponible y con la que pudieran aportar nuevos testigos o informes se valoraba si la función del enjuiciado era motivo de algún tipo de castigo. Tras 30 días se creó un informe que fue expedido al virrey con copia de todas las declaraciones en el que se absolvió a Otermín de todas las acusaciones.

La segunda expedición de "reconquista" tuvo lugar en 1689 a cargo de Domingo Jironza Pétriz de Cruzate y estaba apoyada por un pequeño ejército de 80 hombres. 50 de ellos resultaron heridos en una cruenta batalla contra los zia en la que perecieron 600 de estos indios. Pero supuso la vuelta a Nueva España de los castellanos dado que no tenían recursos para seguir hacia el norte.

Mientras tanto entre los indios pueblo y vecinos seguían sucediéndose con frecuencia guerras, zuñi, hopi, zia, pueblo, ute, keresan combatían entre ellos y sólo hizo que debilitarles más y más. Acompáñese con una sequía que la leyenda dice que dejó hasta al río Grande sin agua y se reúne el perfecto cultivo para un desastre. Desastre para ellos porque finalmente España empezó a reorganizar de verdad sus fuerzas para recuperar Nuevo México. Su autor sería Diego de Vargas, de nombre completo Diego de Vargas Zapata y Luján Ponce de León y Contreras.

Reproducción de la pintura de Diego de Vargas de autor desconocido que cuelga en la colección del Palacio de los Gobernadores. El retrato original se encuentra en la Capilla de la Cuadra de San Isidro en Madrid [Wikimedia]

El 10 de agosto de 1692 Diego de Vargas anunció la expedición de reconquista y a pesar de que su ejército lo componían apenas 60 hombres armados y un centenar de indios aliados se plantaron en Santa Fe, capital de la Nuevo México española, sin disparar sus arcabuces, sitió la ciudad con relativa facilidad y consiguió que los indios se sometieran sin derramar una gota de sangre. Nuevo México volvía a ser española con su capital Santa Fe el 13 de septiembre de 1692.

Semejante reconquista se explica, primero, por la debilidad de los indios pueblo, acosados por las razias externas y desgastados por batallas intestinas pero también por la considerable mano izquierda de Vargas. Diego de Vargas reconoció rápidamente que los ataques de los navajos y apaches eran causa de sufrimiento y pobreza para los pueblo y los frenó con los potentes militares españoles lo que congració al resto de indios. También fue hábil en haber aprendido de los errores de sus predecesores que se habían excedido en el trato a los locales con lo que fue más permisivo con las creencias y rituales —lo que viene a ser un sincretismo, una mezcla entre religión cristiana y creencias locales que los monjes supieron entender y mirar a otro lado por el bien de todos— pero también en respetar a las mujeres o emplearlos en el trabajo en condiciones dignas y no en condiciones de semi o completa esclavitud. Incluso aunque hubo numerosos levantamientos seguía perdonando a los capturados creando un clima de confianza entre los indios que fue calando entre las diferentes tribus. Un año después de la reconquista militar los nuevos colonos llegaron en un caravana de 1000 almas arribando doce años después a la capital Santa Fe.

A finales de año un complot fue sofocado, esta vez sí, con gran derramamiento de sangre dada la superioridad española y nunca más los indios les vencieron una batalla. Varios levantamientos más fueron también sofocados rápidamente y aunque llevó cuatro años la completa reconquista fue efectiva en diciembre de 1696, ésta ya era un hecho. Hasta 1821 Nuevo México fue España de nuevo. Y todo ello con la colaboración de los pueblo que fueron fieles aliados y muy buenos soldados siendo especialmente útiles para repeler a los apache.

Y tras los españoles, que nadie lo dude, vinieron tiempos mucho más oscuros que llegan hasta nuestros días y nunca más tuvieron control absoluto sobre sus tierras. En 1848 pasó a manos estadounidenses en un vergonzante acuerdo con México. Actualmente, poseen o mejor dicho controlan en ocasiones amplios territorios, se someten a leyes federales pero tienen las suyas propias, nadie fuera de sus pobladores originales puede acceder sin permiso pero languidecen en su mayoría en terrenos no siempre fértiles y encerrados en las propias "cárceles" que otros les erigieron. Financiados parcialmente por los casinos sobre los que tienen que pagar poco o ningún impuesto como una financiación indirecta, las poblaciones indias son islas de una historia que no volverá dentro de un gran país que nunca se preocupó por sus pobladores originales.

De hecho, los indios que se puede considerar que mejor viven en la actualidad, tienen más y mejores tierras, tienen menos problemas sociales y están mejor integrados son los que compartieron territorio con los españoles. Y no es casual. Gobiernos como el de Vargas fueron claves para un trato más justo, leyes como las españolas o tribunales que castigaban los excesos de los gobernantes mejoraron las relaciones y sistemas de gobierno y legislativos muy avanzados para su época sentaron unas bases para que las sociedades resultantes quedaran en una mejor situación. No quiere decir que no se cometieran excesos, que no se fuera cruel, que no se esclavizara o que España, como ninguna otra nación, tenga el más mínimo derecho de invadir y colonizar unas tierras que no le pertenecen. Pero, como siempre, hay formas y formas de hacerlo y la historia y la realidad presente hablan por sí solas.

Quizá sea casualidad, quizá no, pero los colores de la bandera de Nuevo México conservan los de la española combinados con un símbolo indio. Bandera sincrética.



«The Pueblo Revolt: The Secret Rebellion that Drove the Spaniards Out of the Southwest»
 
(David Roberts) │ «La rebelión del odio. La insurrección de los indios Pueblos en 1680» (José Enrique López Jiménez) │ «Through Indian Eyes. The Untold Story of Native American Peoples» (The Editors of Rider's Digest)



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14 de agosto de 2023

Catua y Omtua, los corredores mensajeros nuevomexicanos

La tradición de emplear corredores mensajeros entre los indios originarios de los Estados Unidos (y muchas otras zonas de América) está ampliamente documentada. Aparte de la no existencia de caballos hasta que fueron importados por los españoles primero y posteriormente por otros pobladores europeos, la versatilidad humana y la extraordinaria resistencia en largas distancias los hacían ideales para acometer la misión, algo extendido en el tiempo y en el espacio entre otras civilizaciones en el mundo.

Aunque se conocen muchas etnias, tribus y usos de corredores como mensajeros del actual Estados Unidos el cómo se empleaban no siempre está del todo claro. Al igual que ocurría con los iroqueses del noreste (grandes lagos y actual Estado de Nueva York) era normal emplear relevos entre tribus. En el caso de los nuevomexicanos también se utilizaban pero en el caso concreto que nos ocupa, la Revuelta de los Pueblo, siempre se destacan dos hombres como si toda la comunicación hubiera recaído en estos dos corredores. Se llamaron Catua y Omtua.

Una vez trazado el plan entre los líderes de cada etnia, reunidos secretamente durante meses si no años, acordado el modo de proceder y selladas las alianzas restaba coordinar el cuándo. Porque lo que tenían claro los pueblo era que la revuelta debería de hacerse de una forma conjunta, sorpresiva y contundente porque cada tribu aislada no tendían la fuerza suficiente ni siquiera con el factor sorpresa.

Recaída buena parte de la responsabilidad en Popé en cuanto a acordar el ataque se eligió el día de acuerdo a la fecha prevista de reaprovisionamiento. Periódicamente se recibían caravanas de carretas, soldados de refresco o nuevos pobladores en fechas determinadas. Al ser periódicas podía preverse el siguiente reaprovisionamiento, pero conviviendo con los españoles en teórica armonía, saber con precisión cuándo se iba a producir era cuestión de espionaje y traicionar confianzas. Y ambas ocurrieron. La fecha ideal del ataque sería antes de un reaprovisionamiento pues las fuerzas estarían más débiles, los depósitos de grano o munición menguados y las fuerzas más justas. Conocida esta importante información se fijó la fecha del 11 de agosto de 1680 para el ataque. Y aquí entraron en juego los corredores mensajeros.

Propuesta de escultura en honor de los corredores Catua y Omtua mensajeros en la Revuleta de los Pueblo por George Rivera [Santa Fe New Mexican]


Muy posiblemente partiendo desde Tesuque, dos corredores de nombre Nicolás Catua y Pedro Omtua —todos los nombres eran cristianizados, generalmente nombre y apellido aunque en este caso parece sólo el nombre— partieron a comunicar al resto de poblaciones indias la noticia del levantamiento. Muy ligeros, casi desnudos, avanzaron por sendas para alcanzar estos poblados donde se reunirían secretamente con sus líderes para confirmarles las noticias del levantamiento. Y el cuándo. El cuándo lo hacían con una forma original que preservaba el dato de miradas indiscretas: portaban cuerdas con nudos que debían deshacerse de uno en uno por cada día que pasara; el día que la cuerda no tuviera nudos era el día del ataque coordinado. La orden era aniquilar todo español que pudieran, hombre, mujer o niño.

Catua y Omtua recorrieron muchos pueblos, desde Tesuque hasta antes del pueblo de Isleta donde se sospechaba que sus dirigentes eran proespañoles. Pero algunos líderes tribales no estuvieron de acuerdo con el levantamiento o bien cambiaron de opinión y se lo comunicaron a los españoles tras lo cual se lanzó un operativo para detener a los corredores.

Sin grandes dificultades los corredores fueron apresados e interrogados, fueron llevados a prisión donde serían torturados hasta que confesaron el motivo de que portaran cuerdas con nudos pero afirmando desconocer cuál era la información que activaba el último nudo, algo que se sabe que era falso. No sólo eso sino que engañaron a sus torturadores diciendo que la rebelión se había planificado para el día 13 de agosto. Cuando las tribus fueron conocedores de que Catua y Omtua habían sido apresados adelantaron un día la revuelta con lo que en vez del 13 como creían los españoles, el 11 que era la fecha original, el alzamiento tendría lugar el día 10. Para comunicar el cambio de fecha se mandaron a otros corredores y en el momento del levantamiento se encendieron hogueras visibles a distancia.

Aunque se desconoce el trazado que siguieron Catua y Omtua hay certidumbre de su "área de comunicación" la cual no es lógica alcanzarla sólo con dos corredores por lo que debió de existir otros que fueron diseminando la noticia. Sin ser un ser sistema establecido como el del imperio azteca pues no eran poblaciones centralizadas o coordinadas, sí era un sistema de comunicación que en buena medida sería por relevos, cuando la etnia vecina mandaba a un corredor portando un mensaje la propia mandaba otro corredor para transmitírselo a la población vecina. Es un sistema rápido, fiable y que se nutría de corredores locales, conocedores del terreno y al no ser distancias excesivas, de veloz transmisión de la información.

Catua y Omtua fueron ejecutados y cuando se conoció la noticia la consternación fue mayúscula entre los pobladores originarios. Sin saber necesariamente cuánta información habían revelado, lo que sí era cierto es que los españoles sabían ya que había algo en marcha y que los pueblo debían tomar una decisión rápida. Aparte de adelantar el ataque también asesinaron a un joven, Cristóbal de Herrera, de edad parecida a Catua y Omtua, como represalia por la muerte de éstos. Cristóbal no sabía nada de la conspiración, ni del apresamiento y ejecución de los corredores, era español y el odio era extremo. 


«Carta del gobernador y capitán general, don Antonio de Otermin, de Nuevo México, en la que le da un relato completo de lo que le ha sucedido desde el día en que los indios lo rodearon» [Biblioteca de la Universidad de California Davis] │ «Running. A global history» (Thor Gottas) │ «Indian running» (Peter Nabokov) │ «The Pueblo Revolt: The Secret Rebellion that Drove the Spaniards Out of the Southwest» (David Roberts) │ «La rebelión de Nuevo México (1680-1692). ¿Triunfo, pero efímero, o efímero, pero triunfo?» Arqueología Mexicana núm. 111, Bernardo García Martínez) │ «La rebelión del odio. La insurrección de los indios Pueblos en 1680» (José Enrique López Jiménez)



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