10 de agosto de 2016

El Imperio Persa

En el ámbito occidental es relativamente poco conocido el imperio persa especialmente por la supremacía cultural del romano, pero aquel fue más extenso y perduró más tiempo, pero ya se sabe que la historia no se caracteriza por su justicia. Desde mediados del siglo VI a.C. hasta la irrupción del vendaval que fue Alejandro Magno (332) el imperio persa o aqueménida fue más poderoso y mucho más grande que cualquiera de los anteriores, egipcio, babilonio o asirio, dejando una huella indeleble en la historia.

De una forma bastante veloz el régimen persa liderado por Ciro II «el Viejo» tomó el control de vastas extensiones de Asia central y una de sus características fue que los territorios eran asimilados y no era lo usual arrasarlos y esclavizarlos, sino que la transición era, digamos, más suave y menos cruel que en muchas otras épocas de la historia; por la misma razón también era más sencillo mantener la paz interna una vez la guerra había cesado. En la misma zona imperios de importancia como el babilonio o el sumerio ya habían tenido lugar, pero el persa multiplicó los anteriores y dado que muchos pueblos ya estaban bajo el yugo de imperios anteriores fue relativamente simple el control de inmensas extensiones con poco esfuerzo de conquista y mantenimiento, en parte también por continuar empleando administraciones locales, permitir los cultos religiosos propios, la no imposición cultural o lingüística y respetar el orden social preexistente. E incluso los dirigentes persas hacía gestos de respeto y benevolencia, liberando esclavos, dando más tierras y, en definitiva, ganándose a los conquistados. Se considera crucial en su éxito también el establecimiento de una gran red de caminos que comunicaba personas, ejércitos, comercio y noticias ágilmente entre las distintas zonas del imperio y/o con el poder central.

Imperio persa hacia el 500 a.C. [Sabertodohistoria]

En la mayor de sus extensiones llegaba desde el Indo, los actuales Afganistán y Pakistán, Turkmenistán, Turquía, Siria, Palestina, Israel, Líbano, Irán, Iraq, Siria, Sudán, Egipto, zonas de Europa oriental, hasta el norte de Libia. Acogía a cuatro grandes grupos culturales: los iranios, el corazón del imperio, pueblos de origen lingüístico iranio que incluían, entre otros, los persas y medos -tal era la fortaleza de éstos que se conocía también al imperio como «el Medo»; al oeste, los semíticos, actuales Iraq, Líbano y Siria, muy rica en agricultura y con un sistema político muy evolucionado; la Turquía actual era otra de las culturas incorporadas al imperio, a su vez multiétnica y que lindaba con Grecia y el Mediterráneo en sus extensas costas; y finalmente Egipto, con su cultura, agricultura y poderío económico con siglos de evoluciñon. Más tarde se incorporaron regiones de Asia Central, se expandiría también al oeste, hasta la Libia cirenaica e incluso penetraría en Europa por Bulgaría, Rumanía y Macedonia.

Como suele ocurrir, cada rey quiere superar la reputación y extensiones de su anterior, y tras Ciro y Cambises llegarían Darío y Jerjes, siendo el primero el que especialmente se relaciona con el tiempo que incumbe este episodio. Darayawaush (Darío) llegó al reinado mediante regicidio en el 522 a.C., pues era sólo un pariente lejano de Ciro, y tras el brusco cambio de poder se sucedieron importantes revueltas que supo sofocar diligentemente y con eficacia, pero que le encumbraron como un digno rey de tan vasto imperio y con una oposición interna totalmente derrotada a costa de prácticamente reconquistar todo el imperio pueblo por pueblo. Envalentonado, pasó a la conquista pura, extendiendo los dominios (o intentándolo) a Libia, Etiopía y Sudán. Aseguradas las fronteras occidentales, Europa se convirtió en el siguiente objetivo, para lo cual cruzó el Bósforo (por la actual Estambul) y se adentró en la Europa continental. Las poblaciones locales no hicieron frente a los persas, escaparon envenenando pozos y poniendo en aprietos a un inmenso ejército que se quedó atascado en la actual Rumanía (Tracia). Darío había puesto un pie en Europa pero estaba abarcando más de lo que podía en ese momento, con lo que se retiró estratégicamente al núcleo de su imperio, habiendo extendido sus fronteras y ganándose el merecido apelativo de «el Grande» para la posteridad, y dejando parte de su imperio en Tracia a cargo de un jefe local que llegaría con pactos y batallas hasta Macedonia, es decir, el norte de Grecia, rodeándola. Llegó a atacar en suelo griego, islas primero y luego en el continente, donde fue derrotado en la famosa batalla de Maratón.

La organización del imperio se estableció fue clave en su éxito y lo hizo como si fuera una empresa, cada región tenía que hacer unos pagos en dinero y en soldados cuando se requiriera, tenían autonomía de gobierno local siempre supervisado por un enviado persa, el sátrapa, y con todo lo recaudado y la estabilidad política se pudieron acometer grandes obras públicas y mantener un formidable y profesionalizado ejército siempre dispuesto a aplacar revueltas o acometer nuevas conquistas.

Dario I el Grande pasando audiencia. Persépolis, Irán [Algargos, Arte e Historia]

Fallecido Darío en el 485 a.C. le sucede su hijo Jerjes I, que diez años después entra de nuevo en batalla contra Grecia; también fue repelido aunque llegaría a vencer a los espartanos en Termópilas y a arrasar Atenas, pero tras las batallas de Salamina y Platea volvió a su Persia sin doblegar a los griegos. Sin embargo, sí consiguió desestabilizar lo suficiente las polis griegas como para que éstas se estuviesen peleando entre ellas durante décadas.

Tras Jerjes I y Artajerjes el poder del imperio fue decayendo paulatinamente con reinados más laxos y el despilfarro típico del final de un era hasta que Alejandro Magno con su soberbio ejército y estrategia militar conquistó con extraordinaria rapidez el inmenso imperio que tanto admiraba relegándolo, tras la batalla de Issos, a la historia para no volver a florecer nunca más.

El mayor legado persa fue el cultural, que se expandió tanto por Oriente como por Occidente paulatinamente -ladrillos esmaltados, alfombras, vestidos-, de ideología -las ideas del bien y el mal o el respeto a otros pueblos y culturas-  de ingeniería -como el primer canal entre el Nilo y el mar Rojo o la canalización del agua subterránea-, el primer gran sistema de correos, la domesticación de la gallina, el cultivo de la naranja, algunas flores y, por supuesto, la administración y gestión moderna de un imperio.

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