8 de agosto de 2023

La Revuelta de los Pueblo

España ya estaba en decadencia para 1680, sus posesiones estaban regidas por los hijos o los nietos de los que las conquistaron con decreciente, poca o nula afección por la madre patria, perdida en mil guerras a las que no daba abasto y corrompida internamente por reyes —o "reyezuelos de palacio" que hacían las funciones de éstos— a cada cual más inepto. Aunque tardó siglos en descomponerse el imperio español —sirva como referencia la pérdida de la Armada española contra los ingleses que fue en 1588 o cuando se perdió Cuba en 1898— sólo por la pérdida de la población castellana de 6,5 a 6 millones de 1600 a 1680 da una idea de la lenta decrepitud del país.

En el caso de Nuevo México nunca aportó grandes riquezas y las distancias eran enormes (con Ciudad de México, capital de Nueva España, a más de 2000 km, un viaje de ida y vuelta conllevaba muchos meses) con lo que era fácil suponer que con un imperio en decadencia cada uno iba a extraer todo lo que pudiera para sí y las leyes eran poco más que papeles sin valor sobre el terreno. La decadencia moral, los abusos de los religiosos, el despotismo como forma de gobierno sobre los locales degeneraron la sociedad, la convivencia y la sensación de estar en y ser el fin del mundo arrastraron a sus pobladores a una mentalidad autodestructiva y miope.

Autodestructiva porque no se puede someter a una población indefinidamente y miope porque se estaba larvando un odio hacia todo lo español, personas, instituciones, creencias, que tarde o temprano alguien iba a instrumentalizar en algo grande. Ese alguien fue el citado Popé. Y ese algo grande sería la conocido como Revuelta de los Pueblo.

Representación artística de Popé, Popay o Po'pay [New Mexico Nomad]

Encarcelado un tiempo antes, tras ser liberado su estancia en la cárcel sirvió poco más o menos para hacer fermentar ese odio hacia los españoles. A pesar de que él y la mayoría de sus compañeros chamanes encarcelados fueron liberados ante la petición de clemencia de la población a lo que los españoles accedieron positivamente de una forma sorpresiva, tres de ellos ya habían sido ejecutados y uno se suicidó, la liberación no fue más que un parche a una situación insostenible. Alguien tenía que liderar una revuelta y Popé se erigió como ese líder.

A pesar de que muchos de los pueblo y otras etnias se llevaban a matar un enemigo común en ocasiones sirve como pegamento para aunar fuerzas contra él. Se sabe poco de Popé (Po'pay), apenas su lugar de nacimiento y fecha aproximada (San Juan u Ohkay Owingeh, hacia 1630) y que era un chamán reconocido de los tewa, una etnia rival de los pueblo, y que tras el encarcelamiento mencionado por asuntos de chamanería se estableció en Taos, al norte del Estado de Nuevo México donde empezó a pergeñar su plan. Su plan era, evidentemente, unir fuerzas con otras tribus y levantarse contra los españoles.

Secretamente se fueron reuniendo los líderes de diferentes tribus que fueron enterrando sus diferencias al menos temporalmente ante un fin común. Primero atacarían a los españoles que se encontraban más alejados de los núcleos de población y por tanto más indefensos. A continuación se aislarían localidades para desconectarlas de la capital y de posibles ayudas. Y tercero, atacar o sitiar hasta la rendición y destrucción Santa Fe, capital de la provincia, y con ella la presencia española en Nuevo México. Sin duda era un plan brillante.

Con el plan trazado se pasó a la fase de comunicación entre tribus y coordinación del ataque. Para ello se utilizaron corredores que transmitieron el mensaje. Pero no todo les iba a salir bien a los indios.

El plan debería ser secreto para que tuviera éxito aunque se sabe que hubo soplos y los españoles conocieron de sus existencia aunque en una primera fase no le dieron demasiada importancia en un primer momento en un grave error mezcla de arrogancia y estulticia. 82 años de opresión se acercaban a su fin, o eso creían los pueblo.

El soplo no fue precisamente español, varios jefes tribales lo comunicaron. La información también llegó a los oídos de un fraile español que al enterarse trató de comunicarlo al gobierno de Santa Fe pero fue perseguido y asesinado en el camino. Los delatores reales de la conspiración india fueron gobernadores indios de varias poblaciones como Taos, de donde partía la revuelta, Pecos, al este del Camino Real, y La Ciénaga, que advirtieron al gobernador Antonio de Otermín de los preparativos de la revuelta. Ante los informes venidos de diferentes puntos el gobernador Otermín mandó apresar a los corredores mensajeros, Catua y Omtua, y es entonces cuando se conoció que el levantamiento era real e inminente. 

Las diferentes tribus se fueron levantando coordinadamente ante el pasmo de los españoles un día antes de la fecha fijada al ser los indios conocedores de que los corredores mensajeros habían sido apresados pero en muchas localidades sólo había frailes desarmados que fueron asesinados sin miramientos y es que si había un colectivo que los indios odiaban más eran éstos por las muchas y variadas tropelías que habían cometido contra los indios con lo que se ensañaron especialmente con ellos. De los treinta y tres religiosos franciscanos veintiuno de ellos fueron asesinados, algunos previa tortura y vejación. Cerca de 400 españoles sucumbieron en la Revuelta de los Pueblo, casi todos en el primer día, el 10 de agosto de 1680, en una coordinación operación de asalto a muchas poblaciones o ranchos aislados para luego marchar a la capital, Santa Fe, a la que se atacó y ante la defensa se sitió.

Los cerca de mil españoles cercados en Santa Fe resistían como buenamente podían y el relato de Otermín da una idea de lo extrema de la situación, rodeados por todos lados, lanzándoles continuos ataques con los arcabuces que habían robado, equipados con caballos españoles y en una proporción mucho más favorable para los intereses de los indios, la comunidad española estaba abocada a ser exterminada. Se estima que la proporción de guerreros indios y españoles era 25:1. Porque de los mil españoles apenas unos pocos eran soldados y estaban capacitados para empuñar un arma. Además, más refuerzos indios estaban en camino. Tras cinco días de escaramuzas y otros cinco de asedio en los que el agua escaseó como para que empezaran a morir los animales que se mantenían dentro del fuerte-palacio la situación era cada vez más desesperada.

Un sueño de Santa Fe de Ramón José López [Arts Mia]

Tan desesperada que en la mañana del 19 de agosto se lanzó una contraofensiva con toda la fuerza disponible para abrirse paso. El propio Otermín recibió dos flechazos en la cara y un disparo de arcabuz en el pecho que cerca estuvo de costarle la vida. Pero la valiente contraofensiva de un ejército bien mandado y la desesperación se cobraron su fruto: más de 300 indios yacían muertos por apenas cinco españoles. Santa Fe era tierra quemada y todos los pobladores abandonaron en una lúgubre procesión la ciudad que albergó al poder español ý se encaminó primero hacia la ribera del río Grande y luego en dirección sur.

Rutas seguidas por los españoles en su huida de Nuevo México tras la revuelta de los pueblo de 1680: en azul claro, ataques del 10-11 de agosto en norte (Taos), este (Pecos), Santa Fe (capital) y sur (Albuquerque, Bernalillo, Isleta); en azul medio concentración de pobladores y tropas en Santa Fe e Isleta, al sur del actual Albuquerque, siendo el sur el que inicia, por desconocer que había españoles con vida en el norte, el 14 de agosto, llegando a Socorro el 24 de agosto y a El Paso, frontera con el actual México el 5 de septiembre; en azul oscura, sitio de Santa Fe (15-19 de agosto), 21 de agosto inicio de la marcha del grupo norte desde Santa Fe, llegada a Isleta/Albuquerque el 3 de septiembre, 7 de septiembre a Socorro, 22 de septiembre llegada a La Salineta/El Paso y fin de la presencia española en Nuevo México. 


La lúgubre marcha al sur esperaba encontrar lo que no hizo en Santa Fe, refuerzos venidos desde el sur. Existía un subgobierno en la mitad sur de Nuevo México y durante los días de asedio esperaron en vano que los compatriotas asomasen por el horizonte y rompiesen el cerco. No fue así y en la marcha de los huídos de Santa Fe y cerca de la actual Albuquerque Otermín supo que el gobernante del sur y sus pobladores se había marchado hacía unas dos semanas al creer, erróneamente, que todos los españoles al norte habían sido asesinados. Sin el soporte de sus compatriotas pero ya en tierra amiga pues éstas eran las de indios con los que había buena relación, la caravana de pobladores de Santa Fe siguió rumbo sur hasta El Paso. Los indios no les atacaron, les vigilaban de lejos pero tras la brutal pérdida de hombres al romper el asedio de Santa Fe debieron estimar que mientras se dirigieran a México era mejor no atacar.

Antonio de Otermín en su carta del 8 de septiembre de 1680 relatando los hechos se autoinculpa y afirma que : «Ha llegado el momento en que, con lágrimas en los ojos y profundo dolor en mi corazón, empiezo a dar cuenta de la lamentable tragedia, como nunca antes había ocurrido en el mundo, que ha ocurrido en este miserable reino y santo custodia, habiéndolo permitido así Su divina Majestad por mis graves pecados.» Tres años después, en ausencia, fue despojado de su cargo de gobernador y capitán general de Nuevo México.

El éxito, la expulsión de los que, en ojos de los nativos, eran unos invasores, las consecuencias y la expulsión de los mismos de sus tierras es el mayor éxito indio en su historia de enfrentamiento con los occidentales. Supera, con mucho, la masacre del general Caster por sioux y cheyene en Little Big Horn en 1876. No sorprende que sea un referente cultural para los indios americanos aún hoy. Desde ese día de agosto de 1680 Nuevo México volvía a ser de los pueblos originarios.


Popé [Wikipedia] │ Antonio de Otermín [Wikipedia] │ «Carta del gobernador y capitán general, don Antonio de Otermin, de Nuevo México, en la que le da un relato completo de lo que le ha sucedido desde el día en que los indios lo rodearon» [Biblioteca de la Universidad de California Davis] │ «Running. A global history» (Thor Gottas) │ «Indian running» (Peter Nabokov) │ «The Pueblo Revolt: The Secret Rebellion that Drove the Spaniards Out of the Southwest» (David Roberts) │ «La rebelión de Nuevo México (1680-1692). ¿Triunfo, pero efímero, o efímero, pero triunfo?» (Arqueología Mexicana núm. 111, Bernardo García Martínez) │ «La rebelión del odio. La insurrección de los indios Pueblos en 1680» (José Enrique López Jiménez)



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